Por Mary Sánchez
Los
humanos vivimos muchas veces inmersos en nuestros propios problemas,
de tal modo que llegamos a olvidarnos de que existe otro mundo, otra
gente que sufren tanto o más que nosotros.
De vez en cuando
la televisión, tantas veces criticada y denostada, tiene alguna
parte que no es tan mala. Que nos hace ver, y conocer, aquello que
están viviendo y sufriendo unos seres que, como nosotros, son de
carne y hueso.
Hace unos pocos
días disfrutaba de un rato de televisión y, siguiendo esa costumbre
que todos tenemos de hacer zapping, me encontré con un documental.
En él se
relataba de qué manera tan inhumana se ganan la vida miles de
personas en diferentes países. Se hablaba, en este caso, de:
Nicaragua, la India, Perú, Uruguay etc. El único medio que tienen
para subsistir es, buscar y rebuscar entre las enormes montañas de
basura, todo lo que pueden vender para luego ser reciclado: plástico,
cristal, cartón o cualquier otra cosa de la que logren sacar un poco
de dinero, que apenas les da para comer.
Su jornada
comienza al amanecer, cuando los camiones de basura, van haciendo su
entrada con la “mercancía”. En ese momento se produce una
estampida humana para ser los primeros en llegar hasta él. Corren
por las montañas de inmundicia y porquería, sin tener en cuenta que
sus pies se entierran entre latas, jeringuillas, excrementos y todo
lo más desagradable que podamos imaginar.
Pero, lo triste,
es que no sólo corren para apropiarse de algo material con lo que
poder sacar una mísera cantidad de dinero. Su carrera vertiginosa
tiene otro motivo aun mayor, es el poder atrapar algo comestible con
lo que saciar el hambre ya, que esos camiones, recogen los restos de
comidas que se tiran en los restaurantes de las grandes ciudades.
Sobrecoge ver la
lucha de unos niños que se enfrentan, por un pedazo de pollo o un
mendrugo de pan duro, a todo tipo de animales que por allí pululan.
Ver tanta
miseria me hizo sentir mal, por las veces que, “en este primer
mundo” hacemos ascos a un trozo de pan duro. Me sentí mal
al ver a aquellos niños que, sucios y harapientos, no saben lo que
es un colegio, ni que llega la Navidad, los reyes magos o papá Noel.
Desconocen cuál es el último modelo de teléfono móvil y
desconocen cual es el último número de la playstation. Para
ellos la Navidad tiene otra cara y no es muy agradable.
Estimados
lectores aunque, el artículo de esta semana no es muy alegre, deseo
que ustedes sean felices, que la paz y el amor reinen en vuestras
vidas y sobre todo les deseo mucha salud a todos.
Feliz Navidad y próspero año nuevo.
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