lunes, 3 de diciembre de 2012

ENCERRADA EN UN ASCENSOR

Por María Sánchez.
 
 Estimados lectores: aquellos que leen mis artículos conocen mi costumbre de contar en ellos algo de mi vida. Pues como dijo  una afamada escritora; (todo escritor en sus obras “cuela” algo de sus propias vivencias)
 Dejando claro que no me considero escritora y, mucho menos, un personaje de fama ni del famoseo me apetece compartir con ustedes esta anécdota que viví el viernes 23 de Noviembre. Acompañada por dos grandes amigas, fui a la casa de un familiar para recoger unas cajas de libros con el fin de entregarlos a una obra social. No es que engañara a mis amigas deliberadamente pero, a la “zorrua”,  no les conté toda la verdad sobre el trabajo que las esperaba.  Creo recordar que eran nueve o diez  las cajas que había que trasladar desde un primer piso (o casa de la comunidad)  hasta los coches que llevamos para trasladarlos hasta Telde.
Cuando estas jabatas vieron lo que les esperaba creo que dudaron entre, sacarme directamente por la ventana acompañada por las susodichas cajas, o acordarse de mi santa madre. Gracias a que las dos disfrutan de un gran sentido del humor optaron por tomarlo a risa y perdonarme la vida.
 Una vez que se hicieron cargo de la situación y viendo que no tenían escapatoria accedieron “gustosas” a realizar el favor que les pedí. Antes de comenzar la faena mi familia nos invito a subir a su casa para tomarnos un buchito de café. Por unanimidad se acepta la invitación y muy decididas nos subimos al ascensor (que no es cosa apetecible  llegar a un 5º piso haciéndolo por la escalera).
Ya instaladas en el habitáculo picamos el botón que nos llevaría hasta el hogar de mi hermana, donde nos disponíamos a disfrutar de una deliciosa taza de café.
 Pero, nuestro gozo en un pozo, ya que el ascensor cuando “notó” lo que se le vino encima y, nunca mejor dicho,  dijo “de aquí no me muevo”  Mis amigas, conocedoras del terror que experimento cuando me quedo cerrada en cualquier lugar, hicieron lo que pudieron  para que el mal rato lo pasara lo mejor posible y  decidieron montar el (cachondeo padre)  No tengo que jurarles que a esta que escribe, la caja del ascensor se le hacía cada vez más pequeña.
 Nuestra salvación y posterior rescate vino de un grupo de electricistas que efectuaban un trabajo en el edificio. Sus voces me sonaron a música celestial cuando les escuche decir que estaban abriendo las puertas y que nos sacarían de aquella tortura lo antes posible. Una vez que lograron abrir las puertas sólo quedaba poner una escalera para ir saliendo.
 Aquí, aparte de la escalera, vi las puertas del cielo ¡Al fin podía salir de mi encierro! Cosa que mis “queridas amigas” no me pusieron fácil ya que servidora es más bien de (talla pequeña) por lo que llegar al primer escalón era para mí tanto como subir al Everest. Este hecho les ocasionaba tanta risa que al final yo no sabía si reír o enfadarme seriamente con ellas.  Resolví que lo prioritario en aquel momento era salir de aquel encierro y ya luego decidiría  lo del enfado.
Al final he desechado aquella idea nefasta ya que sé firmemente que hicieron lo imposible por que mis nervios no me hicieran pasar un mal rato.
Ellas son mis amigas del alma y un momento de encierro en el ascensor tiene menos valor que lo que para mí vale su amistad y cariño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario