domingo, 21 de octubre de 2012

Por María Sámchez

LA MAL LLAMADA TERCERA EDAD

Hace algunos años se puso de moda llamar a los mayores (gente de la tercera edad). Particularmente este es un término que no me agrada en absoluto. Al oírlo me parece que hablan de esa edad en la que ya nos toca prepararnos para recibir el fin de nuestros días.

Sobre la vejez o ancianidad se han creado muchas ideas equivocadas. Llegar a mayor en la actualidad no es un drama ni un signo de incapacidad permanente. Por el contrario es mejorar como personas, tener más serenidad que cuando éramos jóvenes donde nuestro carácter tenía continuos altibajos. Aprovechamos las experiencias vividas para compartirlas con los más jóvenes, de los cuales, también aprendemos.

Desaparecen los conflictos interiores, los complejos, el miedo al que dirán. Somos capaces, sin ruborizarnos, de pedir ayuda cuando, en el súper, no llegamos al producto que necesitamos.
Como humanos, podemos equivocarnos, pero nuestra experiencia nos ayudará a solventar un problema que en la adolescencia veíamos como algo insalvable.

Tenemos mayor libertad para ser nosotros mismos sin pensar, continuamente, en caerles bien a los demás. Podemos, y debemos, darnos permiso para no ser perfectos. Defender nuestro derecho a ser feliz, aunque esto pueda molestar a los demás.

Al disponer de más tiempo libre conseguimos poner en práctica lo que durante muchos años sólo fueron sueños e ilusiones. Logramos hacer realidad aquel deseo, tanto tiempo guardado, de aprender a pintar, tocar un instrumento musical, bailar e incluso meternos en el mundo de la informática

Ya no está de moda el anciano que se queda en casa viendo la tele, sufriendo el síndrome del nido vacío o esperando con ilusión la visita del hijo/a que, tampoco hoy, ha tenido tiempo para visitarle.
Los ancianos acudimos las AA. VV donde practicamos gimnasia, teatro, manualidades. Todo lo que nos puede ayudar a mantener la mente activa y, sobre todo, tenemos la oportunidad de relacionarnos con otras personas sin importarnos la edad ni el sexo.

Ha cambiado, incluso, nuestro gusto a la hora de vestir. Ya no vamos con la batita blanca y negra abotonada desde el cuello. Hoy llevamos pantalón conjuntado con camisas de colores alegres y divertidos. Si bien es cierto que algunas señoras olvidan que ir modernas es una cosa y, otra bien distinta, es ir vestidas como niñas de quince años. Obviamente no podemos pasar por alto que hay vestimentas que, a una cierta edad, nos hacen caer en el más absoluto ridículo.

Desde mi experiencia de persona mayor digo, sin ambigüedades y sin complejos, que cumplir años, es de las mejores cosas que han podido ocurrirme en la vida. Máxime cuando familia y amigas me sorprendieron con la mejor fiesta-sorpresa para celebrar mis sesenta y cinco años. Gracias a todas.

Les dejo con un pensamiento del filósofo Ralph Emerson: “La madurez es aquella edad en la que uno ya no se deja engañar por sí mismo.”




















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