LA MAL LLAMADA TERCERA EDAD
Hace algunos años se puso de moda
llamar a los mayores (gente de la tercera edad). Particularmente este
es un término que no me agrada en absoluto. Al oírlo me parece que
hablan de esa edad en la que ya nos toca prepararnos para recibir el
fin de nuestros días.
Sobre la vejez o ancianidad se han
creado muchas ideas equivocadas. Llegar a mayor en la actualidad no
es un drama ni un signo de incapacidad permanente. Por el contrario
es mejorar como personas, tener más serenidad que cuando éramos
jóvenes donde nuestro carácter tenía continuos altibajos.
Aprovechamos las experiencias vividas para compartirlas con los más
jóvenes, de los cuales, también aprendemos.
Desaparecen los
conflictos interiores, los complejos, el miedo al que dirán. Somos
capaces, sin ruborizarnos, de pedir ayuda cuando, en el súper, no
llegamos al producto que necesitamos.
Como humanos, podemos equivocarnos,
pero nuestra experiencia nos ayudará a solventar un problema que en
la adolescencia veíamos como algo insalvable.
Tenemos mayor libertad para ser
nosotros mismos sin pensar, continuamente, en caerles bien a los
demás. Podemos, y debemos, darnos permiso para no ser perfectos.
Defender nuestro derecho a ser feliz, aunque esto pueda molestar a
los demás.
Al disponer de más tiempo libre
conseguimos poner en práctica lo que durante muchos años sólo
fueron sueños e ilusiones. Logramos hacer realidad aquel deseo,
tanto tiempo guardado, de aprender a pintar, tocar un instrumento
musical, bailar e incluso meternos en el mundo de la informática
Ya no está de moda el anciano que se
queda en casa viendo la tele, sufriendo el síndrome del nido vacío
o esperando con ilusión la visita del hijo/a que, tampoco hoy, ha
tenido tiempo para visitarle.
Los ancianos acudimos las AA. VV donde
practicamos gimnasia, teatro, manualidades. Todo lo que nos puede
ayudar a mantener la mente activa y, sobre todo, tenemos la
oportunidad de relacionarnos con otras personas sin importarnos la
edad ni el sexo.
Ha cambiado, incluso, nuestro gusto a
la hora de vestir. Ya no vamos con la batita blanca y negra abotonada
desde el cuello. Hoy llevamos pantalón conjuntado con camisas de
colores alegres y divertidos. Si bien es cierto que algunas señoras
olvidan que ir modernas es una cosa y, otra bien distinta, es ir
vestidas como niñas de quince años. Obviamente no podemos pasar por
alto que hay vestimentas que, a una cierta edad, nos hacen caer en el
más absoluto ridículo.
Desde mi experiencia de persona mayor
digo, sin ambigüedades y sin complejos, que cumplir años, es de las
mejores cosas que han podido ocurrirme en la vida. Máxime cuando
familia y amigas me sorprendieron con la mejor fiesta-sorpresa para
celebrar mis sesenta y cinco años. Gracias a todas.
Les dejo con un pensamiento del
filósofo Ralph Emerson: “La madurez es aquella edad en la que uno
ya no se deja engañar por sí mismo.”
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