NO DUERME NI REPOSA EL GUARDIAN DE ISRAEL.( SAL. 121).
Llegando el fin de la Pascua vemos como los plazos se van cumpliendo y los tiempos llegando y así, en este fin de semana, se cumple el tiempo de la estancia física de Jesús entre nosotros y celebramos su vuelta a la casa del Padre, es la fiesta de la Ascensión, que a su vez nos apunta ya a otra fiesta y en donde tambien los plazos van alcanzando su fin; nos llega el tiempo del Espíritu Santo, llega la fiesta de Pentecostés. Esa gran promesa que Jesús hace de darnos a alguien que nos va a ayudar en todo momento y para siempre. Es por tanto, el tiempo de la gracia y la misericordia, es el momento de la comunión y de nuestra involucrarnos en el mismo Misterio de Dios. El Padre ya completa su obra y nos toca ahora a nosotros, dejar que esa obra cale en nuestra vida, que alcance plenitud desde nuestra aceptación, nuestro trabajo y fidelidad; por tanto, y como se nos dice en el texto de los Hechos, no es hora ni tiempo de estar mirando al cielo, sino de empezar a reasumir lo de cada día con una esperanza nueva, con un nuevo corazón y nueva ilusión; es la hora de mirar a la tierra, de doblarse sobre ella y trabajar y escuchar y sanar y compartir y hacer y gritar por la paz; es la hora del hombre con Dios. Ya nada puede ser como antes de haber recibido la Buena Noticia, de saber que Jesús intercede por nosotros junto al Padre, de esperar la fuerza del Espíritu que nos quiere acompañar siempre, siempre.No es fiesta de despedida lo que estamos celebrando; no, es fiesta de reencuentro con nosotros mismos, es fiesta de mayoría de edad, pues ahora es nuestro momento y nuestro tiempo, sabiendo que no estamos solos; es la fiesta, la de hoy, la que prepara y sirve de preámbulo, la que nos hecha a los caminos del mundo, al reencuentro con el misterio de Dios Uno y Trino, del “Dios-con-nosotros” en el hombre por el hombre y con el hombre, como ya se nos anunciaba en el tiempo primero de la navidad cuando se nos daba el nombre del niño que nacía y que endulza nuestra existencia fortaleciendo y revalorizando nuestra condición humana, haciéndonos grandes y dignos herederos de la riqueza, la fuerza, la gracia y la gloria de ser hijos en el Hijo Amado, de ser hijos amados del Padre.Esta es la fiesta en donde la comunidad cristiana se prepara con temor y temblor a asumir la misión que le es encomendada de anunciar a todos los pueblos la salvación de Dios porque así lo ha experimentado y vivido y para ello es enviada; es la fiesta de prepararlo todo para la puesta en camino, de la alegría de saber que no andamos solos y que pase lo que pase, saber como dice el Salmo 121 que “No duermes ni reposa el guardián de Israel”Y esto, la Iglesia lo sabe, lo sabemos.
¡¡ Feliz fiesta de la Ascensión del Señor !!
José Rodríguez Díaz