sábado, 10 de agosto de 2024

El Papa recibió a una hija y nieta de víctimas de la dictadura argentina: “No aflojen, conserven la memoria”

 

“No aflojen, conserven la memoria”, fueron las palabras del Papa Francisco. Las pronunció en un encuentro con Ana Fernández, hija y nieta de víctimas de la dictadura militar argentina (1976-1983). Su abuela, Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, era amiga del Papa y en 1977 fue secuestrada, torturada y asesinada en uno de los “vuelos de la muerte”. Por ese y otros crímenes fueron condenados el marino Alfredo Astiz y otros represores. El encuentro privado en El Vaticano se produjo mientras en Argentina sigue abierto el escándalo por la visita que diputados del partido de Javier Milei le hicieron en la cárcel a un grupo de condenados por delitos de lesa humanidad durante la dictadura. Incluido Astiz, uno de los símbolos del terrorismo de Estado.

El mensaje del Papa no fue casual: por su propia cuenta hizo explícita mención a esa reunión en la cárcel y la definió como “algo muy peligroso”, según cuenta Ana Fernández (46) desde Roma. No fue un gesto aislado de Jorge Bergoglio. La semana pasada, se había mostrado con una sobrina de la monja francesa Léonie Duquet, otra víctima de Astiz y sus cómplices.

En la residencia de Santa Marta, donde vive Francisco, el encuentro con Fernández fue este miércoles. Como tuvo carácter privado, no lo difundió oficialmente El Vaticano y se conoció este jueves, a través de un comunicado del Instituto Espacio para la Memoria y del relato de la propia Fernández. Ella le había solicitado la reunión al Papa “hace un mes, para conversar sobre la situación de los derechos humanos en Argentina”, cuenta, y sobre su abuela, con quien Bergoglio tuvo un vínculo personal.

La madre de Anita Fernández, Ana María Careaga, fue secuestrada por represores de la dictadura en junio de 1977, cuando tenía 16 años y un embarazo de tres meses. Estuvo cautiva hasta septiembre en el centro clandestino Club Atlético, donde fue torturada. Tras ser liberada, logró viajar a Brasil y luego a Suecia. Allí nació su hija. Mientras estuvo secuestrada, su mamá, Esther Ballestrino de Careaga, comenzó a buscarla y se unió a otras mujeres en la misma situación, el origen de las Madres de Plaza de Mayo. Aquel mismo año, Ballestrino sería secuestrada y finalmente asesinada. Fue una de las víctimas que integraban el grupo conocido como “los 12 de la Iglesia de la Santa Cruz”, el lugar donde se reunían para coordinar la búsqueda de sus familiares desaparecidos. En ese grupo se había infiltrado como espía el marino Astiz, para organizar el operativo represivo.


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