sábado, 3 de agosto de 2024

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.

EL MISMO DIOS DE LA VIDA.

Seguimos en este domingo leyendo en el capítulo seis del evangelio de San Juan en donde Jesús ante la incredulidad de los que le buscan y piden señales se manifiesta  como el pan que da la vida que es capaz de saciar toda necesidad del hombre; pero se hace necesario creer en El, aceptarlo. Es ahí donde aparece la dificultad, la de aquellos hombres y también la nuestra; ser capaces de aceptar a Jesús como el enviado que viene para darnos ese otro pan que el hombre necesita y que y sobre todo, va a transformar toda nuestra existencia. Ese es el trabajo del que Jesús les habla , " los trabajos que Dios quiere", que no se refieren en principio y de entrada a el esfuerzo físico de  llevar acabo un quehacer, sino que se refiere a la adhesión a una persona y esa persona es Jesús, dejándose formar y transformar por su palabra, eso es empezar a ser un hombre nuevo y la conversión no es otra cosa mas que eso  y eso, todo el mundo no está dispuesto a aceptarlo y menos a tenerlo como centro y motor en su existencia, porque la conversión no solo es un instante, ha de ser  una actitud que embargue toda la vida, algo de todos los días que hay que trabajar y estar al tanto. Esos son los trabajos que Dios quiere  y que la gente, no solo los de su tiempo, sino también los de los nuestros, nos cuesta tanto aceptar. 

  Nos vamos ahora  a la segunda lectura que sigue siendo  de la carta que escribe Pablo a los de Éfeso en donde les anima e invita a la conversión a enraizar en Jesús abandonando el anterior modo de vida y dejando que el Espíritu renueve mentalidad  y por ende, actitudes y comportamientos. A eso se refiere cuando habla de revestirse del Señor. Esa es la nueva condición humana que Dios quiere y cuyos frutos son justicia y santidad, dones que nos conforman con Cristo y que fortalecen la comunidad y la acerca mas al ideal de vivir como hijos de Dios siendo testigos de su presencia  y de un nuevo modo de vivir que no anula a los hombres, ni les roba libertad, sino que les engrandece  y les hace mas libres porque  hace que pensar y vivir  vayan mas allá de lo meramente terreno.

Desde ambas lectura vamos comprobando que  la presencia de Dios, su actuar, es siempre en favor de los hombres desde lo cotidiano, desde la realidad en la que el hombre se mueve  - alegría, sufrimiento, dolor, miedos, hambre, angustia, muerte, inseguridad, inteligencia, sabiduría, etc. - . No se trata por tanto de buscar  a Dios en lo "extra-ordinario", sino en lo de cada día, en lo "ordinario". Necesitamos, creo, afinar  nuestra mirada, nuestro pensamiento, nuestra sensibilidad y  llegar a descubrirlo en nosotros mismos, desde nuestros sentimientos, emociones, esperanzas, certezas y dudas...  Dios está ahí, en la vida, no en vano le proclamamos como " el Dios de la vida que da vida"
Y así descubrimos que lo que nos dice Pablo en la carta a los de Éfeso y los que  leemos en el texto de San Juan terminan por coincidir en un mismo punto: la vida del hombre; la necesidad del hombre que forma parte de su contingencia y en la que Dios se hace presente aliviando y fortaleciendo con su presencia solidaria

¡¡Feliz día del Señor!!

 José Rodríguez Díaz



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