EL PAN QUE COMPARTIMOS
Hoy es Jueves Santo y lo mismo que decíamos cuando celebrábamos el nacimiento de Jesús allá por el mes de diciembre, hoy somos invitados a contemplar, a tener los ojos bien abiertos ante lo que sucede, pero no solo los ojos , sino también nuestros oídos. En este día tan especial somos invitados a escuchar contemplando lo que sucede en esta última Cena de Jesús que abre la puerta a una Nueva Alianza, a un nuevo tiempo en donde el amor y la misericordia de Dios se muestran al mundo desde la entrega del Hijo Amado a quien hemos sido invitados a escuchar allá por los inicios de su vida pública. Esa invitación sigue estando presente y urge que nos pongamos a la obra.
En esta Nueva alianza que el Padre realiza por medio del Hijo y en donde se nos entrega en permanencia constante y fluida, somos invitados a permanecer en ella, a realizarla junto y con Jesús, aportando también nuestra entrega. Jesús instituye la Eucaristía y el ministerio sacerdotal como servicio a los hombres todos, desde la dimensión del amor: les doy un mandato nuevo, dirá.Esto viene de muy atrás, ya lo escuchamos en la primera lectura del libro del Éxodo en donde el pueblo de la alianza ha de recordar su origen, su misión y vivir en la fidelidad al Señor que lo ha constituido como tal y que permanece entre ellos, con ellos. Los evangelistas nos relatan la Cena del Señor como algo que es central y fundante en la vida de la iglesia y San Pablo, en la segunda lectura, nos lo transmite según el lo ha aprendido. Jesús, celebrando la última Pascua con los discípulos establece el nuevo rito que perpetua activamente el recuerdo de su muerte para la vida del mundo. En ella queda constituida una nueva familia: La iglesia, que tiene una misión concreta.
La Eucaristía es vista, vivida y transmitida como nuclear en la constitución del nuevo pueblo hasta tal punto de que no hay iglesia sin eucaristía pues en ella se concentra todo lo que está llamada a ser la comunidad de los que siguen a Jesús y en donde la presencia del Maestro es vivida y compartida, su palabra es celebrada, el amor es reconocido... todo ello está llamado estrechar lazos no solo entre los asistentes con el Maestro, sino entre ellos y con todos los hombres y mujeres del mundo.
Es necesario pues, que la Iglesia y a quien se le encomienda continuar realizando la Nueva alianza: Hagan esto en memoria mía, ha de estar muy atenta a los deseos del Señor en todo momento. Es significativo lo que vemos en el evangelio de hoy cuando del lavatorio de los pies en donde Pedro se niega y Jesús le advierte de la necesidad de aprender el gesto, es necesario aprender por ahí. En Pedro lo está pidiendo a todo el grupo, a toda la Iglesia. Celebrar la Eucaristía ha de disponernos al servicio a los demás sin condiciones y servir a los demás sin condiciones es seguir prolongando la eucaristía en otra intimidad, en el espacio celebrativo de la vida cotidiana, en donde el dolor y la alegría conforman la vida de los hombres, en donde las esperanzas y desconsuelos toman cuerpo, en donde muerte y vida conviven... La Eucaristía no solo ha de enternecer nuestro corazón ante el amor de Dios, también ante el dolor de los hombres y mujeres, nos ha de hacer cada vez mas fuertes en un amor confiado aprendiendo a mirar y entender los acontecimientos desde la dimensión con la que el Maestro los mira... Identificados con el ha de lanzarnos a la vida, al mundo, fortaleciendo lazos de hermandad, acortando caminos, derribando muros e indiferencias, sembrando esperanzas. Aunque parezca que no, el mundo está hambriento de amor y verdad y nosotros hemos sido señalados, destinados a ayudar a los hermanos a encontrarlo con nuestro testimonio de vida, fe y caridad. No olvidemos que quien nos lo pide y envía es fiel.
¡¡Feliz Jueves Santo !!
José Rodríguez Díaz
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