sábado, 1 de junio de 2019

DOMINGO VII DE PASCUA

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. CICLO C.
Luc.  24,46-53


                 IR POR EL MUNDO

    En la celebración de la solemnidad de este domingo tenemos ocasión de escuchar dos relatos del mismo acontecimiento, ambos  del mismo autor, Lucas. El primero aparece en los Hechos de los Apóstoles y el segundo en su Evangelio.
 Decir que aunque la escena es distinta  coinciden en lo fundamental : Jesús sube al Padre y deja a los discípulos el encargo de continuar la  misión de anuncio de la Buena Nueva en todo el mundo y con la  promesa de la asistencia del Espíritu Santo: " Y en su nombre ( Jesús) se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén" , nos dice el texto del evangelio.

 Este es y debe ser siempre la ocupación, la tarea de toda la iglesia, de todos los que creemos a Jesús y nos fiamos de el.


     Ahí es donde se debe  mostrarse nuestra fe y nuestra adhesión al Señor. La iglesia  es convocada, llamada y enviada a la misión,  por lo que una iglesia que se acomoda y no  abre puertas y busca horizontes nuevos es un Iglesia que esta llamada a fenecer.  
La fe es comunicación  y una fe que no es anunciada es una fe lánguida, sin  fuerza, que al primer embate cae. La fe necesita ser celebrada compartida y anunciada. Es por ahí por donde va nuestro Proyecto Diocesano de Pastoral y  es por ahí por y desde donde, somos convocados el sábado ocho.
    Necesitamos pararnos, reflexionar, necesitamos  preguntarnos por la calidad, cualidad y  fuerza  del anuncio que  hacemos y si lo hacemos desde el Señor o desde otra perspectiva.
Hemos de refrescar, tomar conciencia de que somos enviados  para hablar del perdón de Dios y de conversión, no en nuestro nombre, sino en  nombre del Señor.

   Saber y tener siempre presente, que esto que anunciamos tiene que brotar de  nuestra realidad existencial, de nuestro convencimiento, porque lo hemos probado, lo hemos experimentado... 
Difícilmente se puede hablar y contagiar algo  que no se conoce.
La fiesta de la Ascensión  esta llamada a remover nuestra conciencia y a preguntarnos donde estamos,  que hacemos y desde donde lo hacemos.  Nunca olvidar quien es el que nos envía.
 No estamos solo.  El nos acompaña, nos sostiene, nos  sana y nos da el Espíritu Santo que nos  recordará en cada momento su palabra desde y con la que hemos de ir por el mundo siendo mensajeros de Buena Noticia.
¡¡Feliz fiesta del Señor"" 




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