sábado, 3 de febrero de 2018

REPENSANDO LA CATEQUESIS

La semana pasada publicábamos  una reflexión sobre la catequesis o iniciación cristiana y en ella apuntábamos tres elementos  que son claves y necesario tener  en cuenta para un replanteamiento  de una catequesis sugerente y su posterior desarrollo y que de respuesta al hombre  actual. Hoy los ampliamos en esta nueva entrega ya  que  nos pueden  ayudando en nuestra reflexión. Son los siguientes:

a) Cambio de panorama familiar, social y eclesial
Durante mucho tiempo hemos atribuido a la familia la función de iniciar a sus hijos en la fe. La Iglesia confió a padres y padrinos la formación de la fe y el aprendizaje de la vida cristiana, conforme a los compromisos bautismales adquiridos. Los padres explicaban y ayudaban a comprender a sus hijos la fe recibida en el bautismo y, puesto que la familia constituía un verdadero ámbito de fe, iniciaban en la vida cristiana.
A su vez, la propia sociedad civil, sociológicamente más unida a la Iglesia, desempeñaba, en cierto modo, la función de
catecumenado social que integraba a todos en un mismo horizonte de comprensión y de sentido. Sin embargo, hoy no es posible pensar en una iniciación cristiana realizada de modo casi espontáneo, por influjo del ambiente. Como acertadamente dicen nuestros obispos, ante los nuevos interrogantes con los que se ha de confrontar la fe del creyente hoy: “…una minoría de edad cristiana y eclesial no puede soportar las embestidas de una sociedad crecientemente secularizada” (IC 3).
La familia, por su parte, aunque «no puede renunciar a su misión de educar en la fe a sus miembros y ser lugar, en cierto modo insustituible, de catequización» (IC 34), recibe tam-bién este impacto y, de hecho, raramente constituye hoy un ámbito cristiano capaz de formar a sus hijos en la fe recibida. La problemática que actualmente se plantea sobre la iniciación cristiana es amplia y relativamente nueva. El contexto socio-cultural actual no facilita la evangelización, la personalización de la fe y, por tanto, la iniciación cristiana y es necesario tomar conciencia de ello (cf. IC 63-64; 71-72).
b) Deficiencias en la catequesis y en la acción pastoral
Esta situación nos obliga a revisar cómo estamos iniciando en la vida cristiana, cómo estamos edificando la Iglesia del futuro.
La catequesis, tantas veces instrumento casi único de iniciación, tal y como se está llevando, con una hora semanal en el mejor de los casos, con mentalidad y organización marcadamente escolar, y pensada para una época de cristiandad, resulta insuficiente. La iniciación cristiana que debería ser una de las acciones básicas que produjera una honda satisfacción a los responsables de una comunidad cristiana se convierte, en muchas ocasiones, en fuente de sufrimiento y decepción puesto que el proceso de iniciación se torna en demasiados casos en proceso de conclusión.
Todas estas realidades van suscitando en la Iglesia la necesidad de revisar en profundidad la pastoral de la iniciación y restablecer, en toda su originalidad, la iniciación cristiana, es decir, el “carácter materno” que caracterizó a las primeras comunidades. Hay algo que debemos asegurar: nadie va a quedar “huérfano”, todos podrán gozar de la oferta de Dios.
c) Nueva conciencia eclesial de la iniciación cristiana
La preocupación por la práctica de la iniciación cristiana no sólo obedece a los problemas y dificultades para llevarla a cabo. El nuevo y vigoroso interés por la iniciación cristiana pro-cede también de otros factores: el acercamiento a la obra de los Padres de la Iglesia, la renovación catequética y litúrgica posconciliar, los recientes trabajos de investigación histórica y teológica sobre la iniciación cristiana, la creciente conciencia misionera y maternal de la Iglesia en relación con la educación en la fe de los nuevos creyentes, y, en fin, el impulso dado por el Vaticano II y el magisterio posterior.


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