sábado, 8 de abril de 2017

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR. CICLO A.

       MUERTE QUE ENGENDRA LA VIDA
 Un año mas va a resonar en  nuestros templos la lectura de la entrega de Jesús, la proclamación de su  pasión  proclamada en nuestras iglesias, por nuestra Iglesia.


Con la memoria fresquita de lo que sucedió  ha tiempo, hemos de mirar al presente, a la vida de los hombres y el devenir del mundo. Nos damos cuenta de que  en este tema, en lo que respecta al sufrimiento y a la muerte del hombre, de los hombres,  la del justo o no, la cosa ha cambiado bien poco. Sigue habiendo  muerte querida, buscada y provocada como solución a desencuentros, ideologías, forma de entender a Dios, por el mismo hombre hacia los de su condición.  Pienso en alguna ocasión que desde la muerte de Jesús  hasta nosotros, el tema se ha ido agravando  cada vez mas, porque es que no es que sea algo que no nos preocupe, sino que nos hemos acostumbrado tanto a ello, a ser terstigos de la muerte de los otros, que ya no nos dice nada, solo nos duele, a veces ni eso, la muerte de alguien nuestro,  bien por lazos de sangre, bien por lazos de amistad, pero aún así, tendemos a intentar olvidarlo todo y cuanto antes  a "quitarnos el muerto de encima".
  Nosotros, la Iglesia, no queremos olvidar la muerte de Jesús y con la de El ninguna otra muerte sea  de los nuestros o no. La muerte  de Jesús sabemos y creemos que es redentora  y desde ella  también lo es de alguna forma, la de cualquier ser humano.
El Cristiano se ha de  mover en el doble binomio  vida - muerte, muerte - vida. Estamos llamados a entender la vida como un ir muriendo y a su vez,  el ir muriendo es un ir  acercándose, cada vez mas, a la vida.
No se trata de tragedia, no se trata de pesimismo, es que es así. Estamos llamados a vivirlo como don y gracia que nos ayuda a descubrir que lo definitivo está en la cercanía del Dios revelado por Jesús. La última palabra y la primera en todo esto que es la vida y la muerte, no la tiene  ni el dolor, ni el sufrimiento, ni la muerte. La última y la primera palabra, la tiene Dios. Su palabra siempre es  de vida  llamada a trascenderse, a ir mas allá de lo que ahora es, a fundirse en el misterio de Dios  que se nos revela en la vida como vida que no termina.
 Llamados a descubrir todo esto  desde la cercanía de Dios a todo lo nuestro por medio de su Hijo amado, también desde la muerte, recordamos y celebramos, suena a disparate lo de celebrar, la muerte del Justo que nos justifica, la del santo que nos santifica, la del hombre que nos humaniza, la del hermano que  nos iguala, la del reconciliador que rompe con distancias y provoca encuentros de solidaridad.
¡¡FELIZ DOMINGO DE RAMOS!!

 

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