SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO.
CICLO C.
Luc.3.1-6
A ORILLAS DEL RÍO DE LA VIDA
El evangelista San Lucas, en el texto que hoy se nos propone, nos hace una descripción del marco tanto político como religioso, en que la palabra de Dios se manifiesta al pueblo por boca del profeta Juan que anuncia que lo que el Señor ha dicho por medio de Isaías, con respecto al Mesías, se está cumpliendo, que ese es el momento, que el Señor ya viene, está en medio de ellos e invita a la conversión y a saber acogerlo y lo hace con la imagen de los caminos que hay que preparar y los senderos que hay que allanar.
Se refiere a los caminos interiores de cada uno, los caminos del alma por donde Dios llega a cada corazón y también a los de la vida. Está invitando al cambio interior, a la conversión.
Es en ese momento y no en otro, en el que el pueblo está sufriendo la opresión de Roma, en el que el culto a Yave se ha diluido entre intereses inconfesables e hipocresia de los responsables religiosos, en el que los políticos se enfrentan entre ellos por mantenerse en el poder importándoles bien poco la paz, la vida y el sufrimiento por el que está pasando el pueblo que contra viento y marea espera que Dios le salve de la mano opresora. El pueblo de Dios se siente abandonado por sus dirigentes y andan como ovejas sin pastor.
Es en ese momento en que la palabra de Dios, en boca de Juan, resuena como un trueno venido del desierto hasta la rivera del Jordán, frontera que un día hubo de atravesar el pueblo guiado por Josue para entrar en la tierra prometida favorecido por la acción de Yave.
Es un momento duro y difícil el que se vive pero no insuperable. Se hace necesario un fuerte cambio interior que lleve a la confianza en Dios reforzada por otros momentos de la historia en los que Yavé les acompañó. Necesitan recordar, mirar al pasado, recuperar ese saber de que no les abandonará en esta tarea de cambio radical tanto en los corazones como en lo público, en lo de cada día.
Traemos al presente esa situación y nos damos cuenta de que hay muchos paralelismos y también alguna diferencia sutiles pero, en lo fundamental, estamos en lo mismo. Miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que el mundo está amenazado por diferentes flancos: las seguridades que nosotros nos habíamos construido se han venido al suelo, la soberbia nos ha llevado a querer desterrar a Dios de nuestra vida o a utilizarlo y se ha vuelto en contra nuestra, el afán del dinero y poder nos subyugan y someten. Todo esto acarrea sufrimiento y de forma especial a los mas débiles, a los que siguen esperando una palabra de consuelo, a tantas y tantas personas que andan como ovejas sin pastor, que no saben a donde volver su mirada.
Hoy Juan, la Iglesia, vestida de pobreza, pero no de ocasión sino por convencimiento, ha de ponerse a la orilla del río de la vida y gritar con fuerza que el Señor no se ha olvidado de su criatura ni de su creación, sino que somos nosotros los que nos hemos olvidado de El porque nos resulta molesto, exigente e incómodo, le hemos querido matar, desterrar de la vida, del conocimiento y de la conciencia de los hombres y mujeres.
Es la iglesia, si quiere seguir siendo el albergue de Dios, la casa de acogida, la primera que tiene que convertirse de raíz, de forma radical, olvidarse de ella, mirar al mundo tratando de llegar al corazón del hombre sin ánimos de prepotencia y aportar su grano de arena - bien sea con la denuncia, bien sea con un testimonio veraz- a la hora de arrimar el hombro para encontrar soluciones a las situaciones actuales que tanto dolor causan en el corazón del hombre, en el mundo. Llegó el tiempo en el que las excusas, ningunas, son válidas. Es la hora de agarrarnos a la frase de Pablo en Filipenses cuando dice aquello de que el que empezó tan buena obra entre nosotros la llevará a su termino.
¡¡Feliz día del Señor!!
CICLO C.
Luc.3.1-6
A ORILLAS DEL RÍO DE LA VIDA
El evangelista San Lucas, en el texto que hoy se nos propone, nos hace una descripción del marco tanto político como religioso, en que la palabra de Dios se manifiesta al pueblo por boca del profeta Juan que anuncia que lo que el Señor ha dicho por medio de Isaías, con respecto al Mesías, se está cumpliendo, que ese es el momento, que el Señor ya viene, está en medio de ellos e invita a la conversión y a saber acogerlo y lo hace con la imagen de los caminos que hay que preparar y los senderos que hay que allanar.
Se refiere a los caminos interiores de cada uno, los caminos del alma por donde Dios llega a cada corazón y también a los de la vida. Está invitando al cambio interior, a la conversión.
Es en ese momento y no en otro, en el que el pueblo está sufriendo la opresión de Roma, en el que el culto a Yave se ha diluido entre intereses inconfesables e hipocresia de los responsables religiosos, en el que los políticos se enfrentan entre ellos por mantenerse en el poder importándoles bien poco la paz, la vida y el sufrimiento por el que está pasando el pueblo que contra viento y marea espera que Dios le salve de la mano opresora. El pueblo de Dios se siente abandonado por sus dirigentes y andan como ovejas sin pastor.
Es en ese momento en que la palabra de Dios, en boca de Juan, resuena como un trueno venido del desierto hasta la rivera del Jordán, frontera que un día hubo de atravesar el pueblo guiado por Josue para entrar en la tierra prometida favorecido por la acción de Yave.
Es un momento duro y difícil el que se vive pero no insuperable. Se hace necesario un fuerte cambio interior que lleve a la confianza en Dios reforzada por otros momentos de la historia en los que Yavé les acompañó. Necesitan recordar, mirar al pasado, recuperar ese saber de que no les abandonará en esta tarea de cambio radical tanto en los corazones como en lo público, en lo de cada día.
Traemos al presente esa situación y nos damos cuenta de que hay muchos paralelismos y también alguna diferencia sutiles pero, en lo fundamental, estamos en lo mismo. Miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de que el mundo está amenazado por diferentes flancos: las seguridades que nosotros nos habíamos construido se han venido al suelo, la soberbia nos ha llevado a querer desterrar a Dios de nuestra vida o a utilizarlo y se ha vuelto en contra nuestra, el afán del dinero y poder nos subyugan y someten. Todo esto acarrea sufrimiento y de forma especial a los mas débiles, a los que siguen esperando una palabra de consuelo, a tantas y tantas personas que andan como ovejas sin pastor, que no saben a donde volver su mirada.
Hoy Juan, la Iglesia, vestida de pobreza, pero no de ocasión sino por convencimiento, ha de ponerse a la orilla del río de la vida y gritar con fuerza que el Señor no se ha olvidado de su criatura ni de su creación, sino que somos nosotros los que nos hemos olvidado de El porque nos resulta molesto, exigente e incómodo, le hemos querido matar, desterrar de la vida, del conocimiento y de la conciencia de los hombres y mujeres.
Es la iglesia, si quiere seguir siendo el albergue de Dios, la casa de acogida, la primera que tiene que convertirse de raíz, de forma radical, olvidarse de ella, mirar al mundo tratando de llegar al corazón del hombre sin ánimos de prepotencia y aportar su grano de arena - bien sea con la denuncia, bien sea con un testimonio veraz- a la hora de arrimar el hombro para encontrar soluciones a las situaciones actuales que tanto dolor causan en el corazón del hombre, en el mundo. Llegó el tiempo en el que las excusas, ningunas, son válidas. Es la hora de agarrarnos a la frase de Pablo en Filipenses cuando dice aquello de que el que empezó tan buena obra entre nosotros la llevará a su termino.
¡¡Feliz día del Señor!!
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