sábado, 24 de octubre de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

UN MOTIVO DE ESPERANZA Y ALEGRÍA.

 Hoy nos van a permitir publicar en esta sección  la homilía  que será  leída esta tarde en la celebración de la fiesta de nuestra parroquia en vez de, como es habitual, el comentario al evangelio. Gracias.

Con alegría y esperanza celebramos un año mas la fiesta de nuestro patrón. Ello nos obliga a contemplar su tiempo y su trabajo en pro del Evangelio en nuestra tierra. Corre el año 1848 y es el obispo Codina quien le trae consigo para misionar en nuestra isla de Gran Canaria que habiendo salido de una fuerte epidemia, sufriendo la sequía y haber estado sin pastor durante mucho tiempo hace que la fe se enfriara.
 El clero hacía lo que podía, pero también estaba desilusionado y, como se suele decir, arrastrando el carro con pesadumbre. Llega nuestro santo con el nuevo obispo y como lluvia en tierra reseca, la cosa empieza a tomar otra cara y consigue que la fe y la esperanza de los nuestros recobre fuerza y vigor, como fruto de su esfuerzo y entrega desinteresada.
El se entrego sin reparos ni condiciones, como todos sabemos, no se arredro ante cualquier sacrificio o incomodidad, sino que, pueblo a pueblo, se dedicó a misionar, no solo predicando, sino que acompañaba la predicación con el sacramento de la confesión para todo el que lo solicitaba. Hablan las crónicas de largas colas y de altas horas de la noche en los confesionarios, para al siguiente día salir a otro pueblo de nuestra geografía y así, uno tras otro, recorrer la isla de Gran Canaria.
Como sabemos, muere en el exilio obedeciendo las ordenes de la Reina Isabel II exiliada en Francia que quiso tenerle como su confesor y allá que se fue nuestro santo. El Señor le llamó a la vida nueva, un 24 de Octubre de 1870.

  Sus restos fueron trasladados de Frontfoide a Vic el 13 de Junio de 1987. Hoy se conservan en la cripta de la iglesia a el dedicada en la ciudad de Vic. Pio XII lo canonizó el 7 de Mayo de 1950


Pues bien, celebrar el día de este nuestro patrón, creo que debe motivar nuestra alegría, porque se nos ha hecho dignos de guardar su memoria entre los nuestros y recordar la labor misionera que realizó, traerla al presente. Es también una hermosa responsabilidad. Así ,descubrimos que lo nuestro y desde su patronazgo, es ser misioneros, ser una parroquia misionera, ser misioneros como lo hizo el: Con palabra sencilla y cercana, invitando a todos a recuperar la fe y la confianza en el Señor, facilitando el encuentro con Dios, apoyando el salir de la desesperanza y la desconfianza.
Esto se dice con facilidad, y corremos el riesgo de vivirlo como un ideal pero sin aterrizar y ahí es donde ha de estar nuestro empeño: en el día a día, donde la tarea se hace pesada por las incomprensiones, dudas, olvidos, la resistencias y la ignorancia que encontramos a la hora de que la palabra sea acogida con gozo y vaya transformando el corazón de nuestros hombres y mujeres, de nuestro jóvenes y niños y también ¿ por que no?, de nuestros mayores.
Hemos de tener muy presente que para que este trabajo vaya dando fruto, vaya calando, hemos de ser nosotros los primeros que debemos buscar a Dios, andar en Dios, vivir en Dios, los primeros en dejarnos coger por su palabra, los primeros en experimentar la fuerza de su gracia, su perdón y su misericordia, porque es que nadie puede convencer de algo si antes no se esta convencido de aquello a lo que se invita a los demás.
En consecuencia, es la hora de dejar atrás miedos y desconfianzas. Es la hora de sanar heridas, las nuestras y las de los demás, sobre todo las que nosotros hayamos podido causar. Porque estamos viviendo unos tiempos en el que muchos de los nuestros andan como ovejas sin pastor o no saben que hay un pastor que quiere consolarlos, ayudarles y están necesitados de una palabra de ánimo, de esperanza y consuelo, un guía y ese guía, no ha de ser otro mas que el Señor Jesús que vive en medio de los suyos, en su Iglesia.
En el nombre del Señor, a imitación de nuestro santo, hemos de poner a disposición de los nuestros esa misma palabra que a nosotros nos consuela y nos convierte y nos devuelve al camino del Señor. Palabra que es el mismo Jesús. Palabra hecha carne para la salvación de todos y que, los que la hemos aceptado, somos invitados anunciar.
Tampoco olvidemos que para Dios, nada hay imposible aunque muchas veces nos parezca que todo cae en saco roto, que no merece la pena el esfuerzo y nos dejamos arrastrar por la pereza el miedo o la inseguridad. Pero nosotros sabemos y bien de sobra, que es El quien salva. Lo nuestro, lo que nos toca, es anunciar la Buena Noticia de Dios. 
  Jesús nos dijo que El siempre estaría con nosotros. Eso lo dijo porque sabe de nuestra debilidad, de nuestra pobreza y condición. Por tanto, acudamos a El cuando aparezcan el desencanto,la desconfianza o el cansancio. El es el Señor.
Imitando a nuestro santo en su labor misionera estamos cumpliendo con el deseo de Jesús: vayan, vayan a todos los pueblos y anuncien la Buena Noticia de Dios. Es lo mismo que nos dice el Papa Francisco y lo que nuestro obispo nos pide y lo que hemos reseñado en nuestra programación Diocesana

Termino invocando la intercesión de nuestro Santo: San Antonio María Claret, para que el nos alcance la gracia de ser dignos custodios de su legado misionero sin dejar que nada ni nadie, nos lo robe , para que sepamos servir con sencillez, con fuerza y esperanza a nuestros hermanos en este presente que nos toca vivir, y así se vaya posibilitando que la historia de salvación siga su curso y los hombres y mujeres en todo momento glorifiquen al Señor por su gran bondad, misericordia y cercanía.

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