UN MOTIVO DE ESPERANZA Y ALEGRÍA.
Hoy nos van a permitir publicar en esta sección la homilía que será leída esta tarde en la celebración de la fiesta de nuestra parroquia en vez de, como es habitual, el comentario al evangelio. Gracias.
Hoy nos van a permitir publicar en esta sección la homilía que será leída esta tarde en la celebración de la fiesta de nuestra parroquia en vez de, como es habitual, el comentario al evangelio. Gracias.
Con alegría y esperanza
celebramos un año mas la fiesta de nuestro patrón. Ello nos obliga
a contemplar su tiempo y su trabajo en pro del Evangelio en nuestra
tierra. Corre el año 1848 y es el obispo Codina quien le trae
consigo para misionar en nuestra isla de Gran Canaria que habiendo
salido de una fuerte epidemia, sufriendo la sequía y haber estado
sin pastor durante mucho tiempo hace que la fe se enfriara.
El clero hacía lo que
podía, pero también estaba desilusionado y, como se suele decir,
arrastrando el carro con pesadumbre. Llega nuestro santo con el nuevo
obispo y como lluvia en tierra reseca, la cosa empieza a tomar otra
cara y consigue que la fe y la esperanza de los nuestros recobre
fuerza y vigor, como fruto de su esfuerzo y entrega desinteresada.
El se entrego sin reparos
ni condiciones, como todos sabemos, no se arredro ante cualquier
sacrificio o incomodidad, sino que, pueblo a pueblo, se dedicó a
misionar, no solo predicando, sino que acompañaba la predicación
con el sacramento de la confesión para todo el que lo solicitaba.
Hablan las crónicas de largas colas y de altas horas de la noche en
los confesionarios, para al siguiente día salir a otro pueblo de
nuestra geografía y así, uno tras otro, recorrer la isla de Gran
Canaria.
Como sabemos, muere en el
exilio obedeciendo las ordenes de la Reina Isabel II exiliada en
Francia que quiso tenerle como su confesor y allá que se fue nuestro
santo. El Señor le llamó a la vida nueva, un 24 de Octubre de
1870.
Sus
restos fueron trasladados de Frontfoide a Vic el 13 de Junio de
1987. Hoy se conservan en la cripta de la iglesia a el dedicada en la
ciudad de Vic. Pio XII lo canonizó el 7 de Mayo de 1950
Pues bien, celebrar el
día de este nuestro patrón, creo que debe motivar nuestra alegría,
porque se nos ha hecho dignos de guardar su memoria entre los
nuestros y recordar la labor misionera que realizó, traerla al
presente. Es también una hermosa responsabilidad. Así ,descubrimos
que lo nuestro y desde su patronazgo, es ser misioneros, ser una
parroquia misionera, ser misioneros como lo hizo el: Con palabra
sencilla y cercana, invitando a todos a recuperar la fe y la
confianza en el Señor, facilitando el encuentro con Dios, apoyando
el salir de la desesperanza y la desconfianza.
Esto se dice con
facilidad, y corremos el riesgo de vivirlo como un ideal pero sin
aterrizar y ahí es donde ha de estar nuestro empeño: en el día a
día, donde la tarea se hace pesada por las incomprensiones, dudas,
olvidos, la resistencias y la ignorancia que encontramos a la hora
de que la palabra sea acogida con gozo y vaya transformando el
corazón de nuestros hombres y mujeres, de nuestro jóvenes y niños
y también ¿ por que no?, de nuestros mayores.
Hemos de tener muy
presente que para que este trabajo vaya dando fruto, vaya calando,
hemos de ser nosotros los primeros que debemos buscar a Dios, andar
en Dios, vivir en Dios, los primeros en dejarnos coger por su
palabra, los primeros en experimentar la fuerza de su gracia, su
perdón y su misericordia, porque es que nadie puede convencer de
algo si antes no se esta convencido de aquello a lo que se invita
a los demás.
En consecuencia, es la
hora de dejar atrás miedos y desconfianzas. Es la hora de sanar
heridas, las nuestras y las de los demás, sobre todo las que
nosotros hayamos podido causar. Porque estamos viviendo unos tiempos
en el que muchos de los nuestros andan como ovejas sin pastor o no
saben que hay un pastor que quiere consolarlos, ayudarles y están
necesitados de una palabra de ánimo, de esperanza y consuelo, un
guía y ese guía, no ha de ser otro mas que el Señor Jesús que
vive en medio de los suyos, en su Iglesia.
En el nombre del Señor, a
imitación de nuestro santo, hemos de poner a disposición de los
nuestros esa misma palabra que a nosotros nos consuela y nos
convierte y nos devuelve al camino del Señor. Palabra que es el
mismo Jesús. Palabra hecha carne para la salvación de todos y que,
los que la hemos aceptado, somos invitados anunciar.
Tampoco olvidemos que
para Dios, nada hay imposible aunque muchas veces nos parezca que
todo cae en saco roto, que no merece la pena el esfuerzo y nos
dejamos arrastrar por la pereza el miedo o la inseguridad. Pero
nosotros sabemos y bien de sobra, que es El quien salva. Lo
nuestro, lo que nos toca, es anunciar la Buena Noticia de Dios.
Jesús nos dijo que El
siempre estaría con nosotros. Eso lo dijo porque sabe de nuestra
debilidad, de nuestra pobreza y condición. Por tanto, acudamos a El
cuando aparezcan el desencanto,la desconfianza o el cansancio. El es
el Señor.
Imitando a nuestro santo
en su labor misionera estamos cumpliendo con el deseo de Jesús:
vayan, vayan a todos los pueblos y anuncien la Buena Noticia de Dios.
Es lo mismo que nos dice el Papa Francisco y lo que nuestro obispo
nos pide y lo que hemos reseñado en nuestra programación Diocesana
Termino invocando la
intercesión de nuestro Santo: San Antonio María Claret, para que
el nos alcance la gracia de ser dignos custodios de su legado
misionero sin dejar que nada ni nadie, nos lo robe , para que
sepamos servir con sencillez, con fuerza y esperanza a nuestros
hermanos en este presente que nos toca vivir, y así se vaya
posibilitando que la historia de salvación siga su curso y los
hombres y mujeres en todo momento glorifiquen al Señor por su gran
bondad, misericordia y cercanía.
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