Se ha manifestado un creciente poder
de redes provenientes de Nigeria, que de la prostitución han ‘ampliado
negocio’ a la heroína, las estafas, el blanqueo y el fraude. Un ejemplo
más de las atrocidades que sufren los emigrantes empobrecidos en origen y
en destino; y el negocio que supone.
El
capital inicial de la "pujante empresa" en la que se ha convertido la
mafia nigeriana cabe en una caja de galletas. Dentro está la recaudación
semanal de cada una de las chicas: de 350 a 500 euros por cada esclava
sexual, sin fines de semana de descanso ni parones por la menstruación.
Ese
dinero, multiplicado por 200 o 300 chicas, constituye la primera
inversión de una trama que irá sumando ceros a esa cantidad gracias al
dominio de varios negocios ilícitos, todos ellos parte de un gran
engranaje opaco y criminal, cada uno de un sector diferente.
La
mafia nigeriana está recortando posiciones en todo el mundo, y en
España la Policía muestra cada vez una mayor preocupación por su
creciente poder, e incluso está desplazando a otras organizaciones
clásicas como las colombianas o las turcas.
La
propia Europol reconoce en varios de sus informes anuales cómo estos
grupos se han ido asentando en España, Italia, Países Bajos o Estonia,
entre otros lugares, controlando los mercados de la cocaína, el tráfico
de personas (niños incluidos) y las estafas
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