sábado, 11 de abril de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA.
( DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA)
CICLO B.
 Juan 20,19-31.

LO NUESTRO ES SERVIR

Entramos en el Segundo Domingo de la Pascua del Señor y nuestra, celebrando la Divina Misericordia, fiesta instituida por San Juan Pablo Segundo.
El texto del Evangelio de este domingo es común a los tres ciclos y nos presenta, efectivamente, por donde se mueve eso de la misericordia del Señor. Misericordia del Señor para aquellos que no tienen clara su Resurrección  desde la actitud  de Tomas, pero no solo eso nos muestra la misericordia del Señor, porque también es misericordia manifestarse resucitado a los hermanos para ayudarles a entender que  la apuesta que hicieron un día por el Nazareno  en la Galilea natal, no fue en vano. 


Tampoco debemos olvidar  que esa miseridordia que muestra el Resucitado no es  solo para los que en aquel momento la necesitaban. Va mas allá, mucho mas allá, pues llega hasta nosotros cuando pone en manos de los  que estaban presentes en aquel momento la  miesericordia del perdón y del amor de Dios para todos los hombres, para que ellos la administren con la  inteligencia del Espíritu Santo.

El Resucitado además de  traer la paz con su presencia y la alegría ante el miedo, trae  en todos los momentos  una gran misericordia que  está destinada a llegar y reposar en el corazón de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. La Iglesia  de ayer, la de hoy y la futura es el cause que  el Señor Jesús ha escogido para que su misericordia llegue a todas las generaciones. La depositaria y la encargada de repartirla y de darla de forma gratuita, como ella misma la recibió.
Se le  encargada esta misión y tiene que aprender a guardar, cuidar y regalar misericordia. Aprender a ser misericodiosa. Ha de ser consoladora, porque la misericordia es tambien consuelo, posee una gran carga de consuelo. Debe aprender  a saber consolar con misericordia, paz, alegría y humildad. La única forma de aprenderlo, es dejándose  consolar como lo fue en los primeros momentos. No podemos  ni debemos olvidar que hoy tambien ella  sigue necesitando el consuelo que mana de la misericordia que deja la presencia, en medio de ella, de su Señor Resucitado.
El señor ha sido y debe siguir siendo, nuestra paz y nuestra alegría ante las adversidades que la vida nos pueda presentar en su devenir.
 Lo mismo que ha hecho Juan dejándonos su testimonio hemos de hacer nosotros con sencillez y transparencia, pero también con certeza y valentía rotunda. No la valentía del que fanfarronea sintiéndose por encima de los demás, y que quiere mandar a diestro y siniestro, sino la del que sabe que es enviado y que su Señor fué, es y será  siempre, el Señor.
No podemos olvidar que lo nuestro es servir, como se nos dijo en el Jueves Santo. 


 

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