LOS DONES TRINITARIOS
Hoy es Jueves Santo. Hoy celebramos la Institución de la Eucaristía, el Orden Sacerdotal y el Amor Fraterno.
Hoy es un día hermoso y solemne para todos los que hemos aceptado a Cristo en nuestra vida como guía, pastor, meta, como el Hijo de Dios Vivo.
A poco que nos fijemos nos damos cuenta de que las tres cosas que hoy celebramos conforman un todo. Son como tres caños de agua que brotan de una misma fuente: el amor de Dios expresado y dado en Jesús, para nuestra salvación. Esa es la fuente. Los caños son:
La Eucaristía.
El Amor Fraterno.
Fue así como lo vivió Jesús y nos lo lego.
A tener presente que el orden en el que aparecen enunciados, no significa prioridad de uno sobre otro. Los tres son paralelos, los tres importantes, los tres son la fuente.
Es en la Eucaristía donde se despliega el amor de Dios que quiere estar siempre con nosotros.
El hombre, el sacerdote, servidor de ese amor desde la persona de Jesús y no de otro, que lo actualiza, lo concreta, se hace servidor de ella y con ella, no solo a los hermanos en la fe, sino a todos los hombres, sean quienes sean y vengan de donde vengan y es desde ese amor servido, desde esa actitud de lavar los pies, de estar a disposición del otro, desde donde sale a la calle y sirve amando fraternalmente, no solo a los hombres y mas necesitados, sino a toda la creación.
Siempre se ha dicho que la Eucaristía hace la Iglesia y viceversa, pero a tener muy presente que este hacerse mutuamente, sera realidad si no se olvida la intención de Jesús que es la de estar con los hombres, sean necesitados a o no.
Estar al lado de ellos, al servicio de ellos a su disposición. Es lo que San Juan nos dice en el texto del Evangelio que sera leído esta tarde y que no es otro mas que el lavatorio de los pies. La respuesta que le recibe Pedro ante su negativa es bien esclarecedora: Si no te dejas lavar no tienes nada que ver conmigo. Es decir, sino estas dispuesto a aprender esta lección de servicio y hacerla parte de tu vida, por mucho que digas que me amas, eso queda en nada.
Hemos de aceptar que Jesús sea nuestro servidor y aprender de El y con El, la lección.
Los seguidores de Cristo somos, estamos vocacionados, a ser servidores. Servidores de Dios en los hermanos, y de los hermanos en Dios, con y desde una actitud, no de servilismo, sino de solidaridad, de servicio real y desinteresado, porque el otro es, y así debemos entenderlo, presencia de Dios en la vida y en el corazón de la Iglesia, de su Iglesia.
Por tanto, una de las tentaciones que nos puede asaltar es la de hacer lo uno sin lo otro. Eso no es posible. Hay que tener bien claro aquello de que no se sirve a Dios si no se sirve a los hermanos, como nos recordó San Juan.
Ese amor de Dios tan concreto para con todos nosotros, ahora nos toca a nosotros concretarlo rehogado con las mismas actitudes y disponibilidades que Dios manifestó en Jesús, su Hijo amado y que es Nuestro Señor, porque es que es por ahí por donde también pasa su señorío.
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