sábado, 4 de abril de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR.

 UNA ESPERANZA QUE NO DEFRAUDA

Hoy es sábado Santo.Día para alimentar la esperanza que, entre dudas y recuerdos,  debe ir brotando como semilla que puesta en el surco germina. Se hace necesaria la paciencia que no es espera ociosa. Nuestras manos  no pueden estar quieta, y mucho menos nuestro corazón paralizado. Hay que trabajar, hay que buscar, hay que sentir y hacer nuestro el palpito de la vida que continua. No debemos avergonzarnos de andar suspirando por ver y experimentar cumplida la promesa: al tercer día resucitaré.
  Unos lo vivimos anclados en Cristo, otros  sobrevuelan y esperan pero no saben a ciencia cierta el que. Otros no esperan  nada y andan sin rumbo fijo al albur de los días.
La promesa se cumplirá y a todos se ofrecerá como  la gran obra de Dios en favor nuestro y ya no va a depender de puro sentimiento, ni de  hechos contados que se agarran  al simple recuerdo, sino del corazón agradecido que  se  encuentra de sopetón con la realidad del Dios de la vida,  aunque muchas veces no sepamos que  hacer con ello porque  será, es, una realidad que nos sobrepasa, nos envuelve y está destinada a redimensionar y catapultar toda nuestra existencia: "Si vivimos , vivimos para Dios, si morimos morimos para Dios, en la vida y en la muerte somos del Señor, porque para eso murió y resucito Cristo, para ser Señor de vivos y muertos".
 La liturgia  que la Iglesia, toda la Iglesia, celebra esta noche, quiere visivilizar esta realidad trascendente con gestos, símbolos, oraciones, cantos, plegarias, todo está encaminado a un fin: Jesús es el Señor.
 Es lo que la Iglesia ha vivido, sigue viviendo y anuncia. Iglesia compuesta por hombres y mujeres y que  no es de nadie mas  que del Señor Jesús, del Buen Pastor que ha dado y sigue dando su vida por ella. Ahí es donde está su fuerza y en El es de quien se alimenta.
Y así," como cierva que a la fuente de agua fresca va veloz ", canta y podrá cantar y contar a todos los pueblos con un aleluya  nuevo y sorprendente. Es el aleluya de los hijos de Aquel que ha entregado todo lo que tiene y lo que mas quiere, a su propio Hijo, para que todos  podamos vivir el orgullo de  poder llamarle Padre, Dios de la vida, de la esperanza, del amor. 
la Resurrección no solo ha sido, sino que es y seguirá siendo, porque se alimenta de Cristo que fue, es y será: Cristo ayer, hoy y siempre. El es el Señor, nuestro Señor Jesucristo por los siglos de los siglos.
Feliz Pascua de Resurrección.  

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