ACTUAR CON LA FUERZA DE DIOS
Seguimos encontrando a Jesús en Cafanaúm, lugar donde se ha establecido y desde donde lleva a cabo salidas misioneras a los lugares de Samaría. Se convierte Cafarnaúm en el sitio de referencia, en donde y además ha encontrado a los discípulos y también donde encuentra oposición por parte de escriba y fariseos y de determinadas personas, como sucede en el texto del evangelio que hoy se nos propone.
Sinagoga de Cafarnaúm
En este caso, no es en cualquier lugar donde se produce el rechazo, no. Es en el espacio dedicado a Dios, en el espacio sagrado. Es en la sinagoga, lugar de encuentro y alabanza a Dios.
Jesús aprovecha cualquier momento para enseñar, cosa que hace con autoridad, según reconocen los que le escuchan. Aprovecha el sábado, día del Señor, para acudir a donde el sabía que todos estaban y allí se presenta, en el lugar sagrado. Les habla del santo, de Dios.
La pregunta que se hacen los presentes, llena de asombro y de admiración, cuando ya todo ha pasado, nos permite pensar que están pudiendo descubrir quien es este Jesús y en nombre de quien actúa.
el texto nos permite pensar: a) Que el malo no tiene fuerza ante el que actúa en nombre de Dios.
b) Que con facilidad el malo se aloja en el espacio sagrado para adueñarse de el y para desde dentro, librar su batalla particular, en contra de Dios y en detrimento de los hombres.
Traemos esta reflexión a nuestra vida actual, a nuestra iglesia y creo que con facilidad, nos damos cuenta de que esto también sucede hoy en nuestras parroquias y lugares de culto en donde el maligno se ha colado, habita y pretende ser dueño y señor e intenta hacer de las suyas.
Hemos de tener claro que debemos estar alojados en Dios, que debemos actuar siempre desde El.
No hay otra fuerza que le pueda vencer mas que la fuerza de Dios manifestada en la determinación del hombre de vencerle, de no dejarse amedrentar, ni manipular, ni amenazar.
Como Jesús nuestrta ocupación ha de estar en que Dios sea reconocido en vida y en verdad, desechando la mentira, la falsa apariencia, la arrogancia, la superioridad ya que, en el fondo, todo eso es prescindir de Dios y ocupar su espacio.
Con frecuencia nos olvidamos de que quien salva es Dios y no nosotros. Lo nuestro es dejarnos salvar
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