sábado, 17 de enero de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.

Encuentro y no por casualidad.

El testo del evangelio que nos ocupa hoy nos permite descubrir que el testimonio del Bautista sobre Jesús no solo se limita a lo acontecido  en el Jordán , sino que va mas allá cuando indica a los que están con el y les dice, cuando Jesús pasa, aquello de  ese es el Cordero de Dios.
 Es admirable la generosidad de Juan y lo claro que tenia su misión, ya nos lo anunció cuando interrogado contesto con aquello de "yo soy la voz que clama" o "yo no soy la luz, sino testigo de la luz"
Juan no se guarda sus discípulos, no es celoso de Jesús, no tiene miedo de que le arrebate a los que hasta ahora le han seguido, al contrario, el los  invita a seguirle, les posibilita el encuentro de Jesús. Es necesario que El suba y yo baje.
 Nos dice el texto que los discípulos de Juan oyendo sus palabras siguieron a Jesús. Y se produce el encuentro que da inicio a una  nueva y sugerente etapa en sus vidas.
En el mismo texto, mas adelante, descubrimos que Andrés va a seguir el ejemplo de Juan contando a su hermano Simón lo que le ha pasado y lo lleva hasta Jesús. Jesús se le queda mirando, lo acepta y le cambia el nombre como signo del hombre nuevo que ha de nacer: "Tú te llamarás Cefas".
 El texto no tiene desperdicio y creo que nos puede enseñar mucho a la hora de  anunciar a Jesús:
 La verdad, humildad y generosidad de Juan.  El deseo de contactar de Andrés y los que le acompañan. El ponerse en camino.  La pregunta de Jesús que no se hace el desentendido y les invita a pasar  un día con El. El comunicar  el hecho  a Simón y llevarle hasta Jesús. El encuentra y la mirada de Jesús hacia Simón. El cambio de nombre.
 Yo creo que todo esto nos debe llevar a pensar  y a preguntarnos cómo, desde donde, estamos anuncian a Jesús. Si nos conformamos con los púlpitos o bajamos a la realidad de los nuestros, al boca a boca, al sin miedo a ser rechazados, criticados o repudiados.
Preguntarnos por donde anda nuestra generosidad y si posibilitamos a los nuestros el encuentro con el Señor, y nos alegremos se vayan tras El o si por el contrario, intentamos tenerlos atrapados junto a nosotros, que piensen y digan lo que nosotros queremos y deseamos.
Preguntarnos  si en realidad habitamos con el Señor  y estamos dispuestos a seguirle, aprendiendo con el para luego anunciarlo a los nuestros y por último, si seríamos capaces de aguantar su mirada y dejar  que nos cambie el nombre. 
Feliz día del Señor.
   

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