FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
MIRANDO AL PREFERIDO.
Después de haber celebrado la fiesta tan entrañable de la Epifanía del Señor en donde la luz de Dios llegó hasta nosotros, nos disponemos, en este domingo, a acompañar a Jesús en el inicio de su vida publica, allí, en el Jordán, en donde Juan predicaba y bautizaba a todo el que quería empezar una vida nueva por los caminos del Señor.
Allí acude Jesús, como un pecador mas, no siéndolo y allí se produce el encuentro entre la profecía y los tiempos nuevos que empiezan. Allí, como en un nuevo Mar Rojo, se inicia un camino de liberación y de presencia del Dios Trinitario que actúa en favor de su pueblo y que opta definitivamente por el hombre reafirmando al hombre Dios que se acerca desde Nazaret para comenzar y dar plenitud, con la entrega de su vida, - confundiéndose entre los hombres, pecadores o no, que buscan a Dios y que quieren serle fiel - a Dios y a los hombres, sin trampas, sin recovecos, con la verdad en su hacer y en sus labios, con la gracia de Dios que le acompaña ya desde su infancia, con este ser El mismo Dios, pero sin alardear de ello.
Este acudir al Jordán nos dice que va a vivir identificándose en todo con los hombres y mujeres que se sienten atados por los pecados y que quieren y desean y buscan la liberación. Invitará a todos a la conversión, a la vuelta a Dios, al cambio de vida. Solo serán tres años, pero llenos de intensidad en la entrega al Padre y a los hombres.
La fiesta del Bautismo de Jesús debe ser para nosotros una llamada de atención, un dejarnos interrogar, un replantearnos y preguntarnos dónde, qué caminos andamos y qué oídos estamos prestando, no ya a los profetas, sino a este Hijo de Dios lleno del Espíritu y reconocido por el Padre de viva voz, como el Hijo "amado" y "preferido".
En El, por El y desde El, el Dios Trinitario vuelve a empezar, asumiendo todo el pasado, la historia de la Salvación de la humanidad en su etapa definitiva. Así también, la Iglesia, es llamada a reanudar su compromiso de fidelidad en el anuncio de la Palabra. Palabra anunciada, creída, celebrada y proclamada a todos los hombres y vuelta a anunciar. No podemos cejar en este hermoso empeño, pues aunque muchas veces estemos tentados por el abandono porque no veamos los frutos, hemos de saber que sí, que los hay. El Señor, en su momento, nos dará el regalo de poder verlos y disfrutarlos en su presencia. Lo mismo que al Bautista.
Feliz día del Señor.
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