sábado, 8 de noviembre de 2014

VESTIR LA CIUDAD Y LOS BARRIOS DE COLORES

He podido leer en una circular que tengo sobre la mesa de mi despacho, firmada por el Sr.  Consejal  de Ciudad Alta, distrito al que pertenece la parroquia en donde trato de desempeñar mi labor pastoral; y en unos de los periódicos locales, que el Ayuntamiento quiere que en esta Navidad  vistamos la ciudad de distintos colores según los barrios: para unos el azul, para otro el rojo, otro el verde... e inclusive se nos dan determinadas ideas y sugerencias para poder hacerlo.


 Y en caso de que  no podamos llevarlo a cabo con adornos extras, porque no nos alcance el dinero, podemos, aunque sea en los cristales de nuestras ventanas,  dar una sensación del color que toca a nuestro barrio.  Así, se nos dice, tendremos una Navidad distinta, una Navidad de colores. 
El ciudadano y sobre todo el visitante, tendrá la sensación de que es una ciudad feliz y sin problemas, que no tiene otra cosa en que pensar más que en vestirse de colores.
Creo que no es necesario decir que "aluciné en colores" cuando leí la propuesta.
Yo le hago una propuesta al Ayuntamiento, y perdonen mi atrevimiento. Es la siguiente: Vamos a pintar la ciudad de un solo color, el verde, que es precisamente el que nos tocó en nuestro barrio según las distribución que ellos han hecho y que además se nos recuerda, es el color de la esperanza. Pues bien, propongo que toda la ciudad se vista de verde esperanza en estas navidades y que el  Ayuntamiento haga una campaña no ficticia, sino real, es decir, mirando y siendo consciente de la realidad de nuestros barrios, con el verde de la solidaridad; y recuerde y nos recuerde que hay mucha gente que no tiene para comer, que acuden a los centros de ayuda un día sí y el otro también a buscar soluciones, porque el hambre les hace vivir en colores.

 Que recuerde el Ayuntamiento que muchos ancianos viven encerrados en sus pisos, cárceles de cuarenta metros en donde a veces solo llega un tímido rayo de sol y a los que nadie visita, ni se acuerda de ellos, o si se acuerdan es porque  pueden ayudar a algún familiar en estrecheces con la escasa pensión que cobran; que recuerde que  estas personas ya viven en colores, en todos los colores que podamos imaginar: el color del abandono, el de la pobreza, el color del anonimato, el de la tristeza; los colores que adquieren las cosas cuando los ojos se llenan de lágrimas.
Hacer una campaña en toda la ciudad con el color de la esperanza, de la humanidad, de la cercanía, de  la solidaridad con el mismo dinero que se gastan en esta de los colorines lo pueden hacer.
No andamos para pintarnos la cara, eso ya lo hacemos en carnavales, y en caso de que nos la pintemos que sea con la pintura que se proporciona por parte del Ayuntamiento a los vecinos para pintar las casas, los exteriores de los bloques de los barrios, que muchos sí que necesitan color.
El verde, el color de la esperanza, también tiene que ver con los jardines y parques al observar que  en nuestros barrios muchos de ellos están abandonados: parterres sin tierra, palmeras sin podar donde se alojan las cucas y otros bichos que  llegan a las casas de los vecinos, cacas y pipís de perros y de adultos, por ahí también pasa el color verde.
 El color verde, el de la esperanza, también tiene que ver con la seguridad  que proporciona la vigilancia en nuestros barrios ante la droga, el alcohol, reyertas, insultos, griterios, etc.
Termino diciendo que  ando dolido y desconcertado ante la propuesta, pues por mucho que queramos maquillar la realidad, ahí sigue estando y enseñando sus orejas. 
Me gustaría que el Ayuntamiento comprendiera que  no se trata  de colorines para disimular la realidad, sino de coger el toro por los cuernos y ponerse manos a la obra con sinceridad y transparencia, con los medios que se tenga, pero sin tratar de mirar para otro lado, porque la realidad sigue ahí cada día, todos los días, también en Navidad.

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