sábado, 18 de enero de 2014

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.

"Y YO LO HE VISTO"

El texto del Evangelio de esta semana  nos lleva de nuevo a orillas del río Jordán donde Jesús es bautizado por Juan y mientras en el texto de la semana pasada, que era de San Mateo, en esta ocasión es de San Juan,  era el Padre quien daba testimonio sobre el Hijo, en esta ocasión es el Bautista quien nos lo da diciendo de El  que es " el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo".



 Esta afirmación del Bautista viene respaldada por su experiencia de Dios, no la proclama desde el mismo, sino desde aquel que le envió a bautizar con agua.
Hay un segundo testimonio en este texto y es el del propio Evangelista,  el cual concluye el pasaje  diciéndonos : " Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios".
 Con el evangelista es toda la comunidad la que hace profesión de fe en Cristo Jesús como el Hijo de Dios y, lo mismo que el profeta lo hace desde el Espíritu y la revelación del Padre, así la comunidad cristiana confiesa a Jesús desde el Espíritu y la revelación. Lo mismo que el profeta encarna a toda la profecía que  reconoce en Jesús al Cordero de Dios, así la primera comunidad Cristiana  también lo manifiesta. En el fondo eso es lo que son los textos del los evangelios.
 En esta confesión de fe, una de las primeras que hace la  comunidad cristiana, la Iglesia, reconoce a Jesús como Hijo de Dios, como  su Señor, como el enviado que libera del pecado y nos alcanza la salvación que nosotros por nuestros propios méritos no seríamos capaces de lograr.
Observamos, además, que en los textos de los  Evangelios abunda este reconocimiento de Jesús por parte de aquellos que, o bien se sienten  enriquecidos por su  favor o  son testigos de ello. 
Hoy nosotros, la Iglesia, con el paso del tiempo, quizá hemos perdido la novedad y la frescura de esta confesión y casi no paramos mientes en ella.
 Creo que es muy importante que tratemos de recuperar su lozanía y novedad. Confesar  a Jesús como el Hijo de Dios da la impresión de que ya no dice nada, mientras que sigue siendo y es,  una manifestación de fe que esta llamada a enriquecernos, pues haciéndola, de forma consciente  y sincera, estamos, además de aceptandole en nuestra vida, definiendonos como  de los suyos.
 Ser Cristianos significa ser de Cristo y  para ser de Cristo antes hemos de  tener bien claro quien es este Cristo  a quien confesamos como Nuestro señor y por que.
 Los textos de la Buena Nueva se aplican a ello y reflexionan sobre  lo que dijo he hizo y cómo el Padre, no solo en el Jordán se manifestó complacido con el, pues  siguió haciéndolo a lo largo de toda su vida terrena y lo sigue manifestando a los pueblo de hoy, a todo aquel que acercándose a El lo busca con un corazón sincero y lo proclama como Hijo de Dios, como " El Cordero que quita el pecado del mundo " .
 Es eso lo que hacemos en la Eucaristía cuando le mostramos  y antes de acercarnos a a recibirle, en un gesto sencillo, pero profundo, por el cual se nos ofrece la ocasión de acogerle una vez más, como  el único y sólo el único, que nos salva desde una muy  intima y estrecha unión  con  el Padre y el Espíritu. 
Feliz día del Señor.    

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