sábado, 6 de julio de 2024

Vocacionados a ser hermanos


 Este sistema en el que vivimos nos propone objetivos parciales como “pasarlo bien”, “ser valorados”, tener cosas, un ocio permanente, un trabajo (generalmente no vocacionado) como obligación, ningún compromiso estable, o incluso la huida de cualquier compromiso… Ninguna de estas propuestas pueden generar alegría verdadera. Ninguna. Por ejemplo, en el Norte enriquecido, vivimos una juventud desquiciada entre propuestas narcisistas, hedonistas, centradas en el consumo, en el que se le hace ver que “solo se puede ser feliz” desde el placer que genera “preocuparse principalmente por uno mismo”. Es la forma más directa de llevar a cualquier persona al precipicio de la soledad, del sinsentido, que culturalmente se manifestará en formas egoístas de plantearse la vida (sus relaciones, su trabajo, su afectividad) y políticamente se abre a formas de compromiso donde predomina el interés personal. Esta situación deja un paisaje desolador, con el terreno preparado para acoger cualquier planteamiento totalitario, relativista, o simplemente nihilista.

por José A. Langa (publicado en la revista Autogestión)

Decía Benedicto XVI que “cada generación debe conquistar su libertad”. Esta generación no es menos y, para poder desarrollar una vida compartida, asociada a otros, que construya vínculos, debe plantearse seriamente un giro radical, de 180º, una verdadera revolución a la situación actual. Hoy, propuestas políticas de fraternidad empezando por los más empobrecidos, culturales – de familia fundadas en el matrimonio fiel y para toda la vida- , económicas – donde el cooperatismo integral sea fundamento-, o sociales – donde el ideal de justicia marquen la razón para asociarnos-, son propuestas revolucionarias. Tales propuestas, o las conquistamos, o, si no, nos haremos siervos de un nuevo sistema totalitario que controlará enteramente nuestras vidas, tanto interna como externamente, y que podrá usarnos como sacrificio en aras del poder de unos pocos. 

Hemos de ser muy conscientes de que este sistema ha fortalecido su ideología en las últimas décadas. Se trata de un antihumanismo radical que, por el consenso de los fuertes (verdadera dictadura), propone:

  • el sentido de la dignidad humana como algo relativo, 
  • el valor de Dios como sentimiento subjetivo 
  • y el lugar del hombre en el mundo como individuos aislados dependientes de Estados, administraciones, o empresas. 
  • La pérdida de conciencia histórica y de pertenencia.

Tratan así de conseguir de todos nosotros una rendición definitiva. Este problema está en el corazón de las dificultades extremas de una promoción liberadora tanto aquí como en los pueblos del Sur. El abismo, inédito en la historia, entre explotación generalizada y pasividad en la respuesta asociada, tiene su núcleo en esta dominación honda y extensa que este imperialismo neocapitalista ha conseguido introducir en la conciencia de los pueblos y de cada uno de sus miembros. Insistimos, hoy la dominación sobre el sujeto es tan honda que sólo un planteamiento de cambio radical (una revolución) puede hacerle frente.

Por todo ello, y para que puedan nacer en nosotros los deseos que concuerden con el amor infinito arraigado en nuestro corazón, es crucial entender cómo somos, qué nos constituye. La felicidad será fruto, y consecuencia, de la certeza de que la vida se gana entregándola. Lo que sustenta esta afirmación es la confianza en que cada persona posee la capacidad de amar y donarse enteramente por los demás; es más, supone su ser más profundo, lo más íntimo en cada uno de nosotros.

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