sábado, 24 de junio de 2023

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO A.

ENVIADOS PARA ANUNCIAR BUENA NOTICIA.

 En el texto del evangelio del domingo pasado veíamos como Jesús sintiendo  lástima de la gente  porque andaban como ovejas sin pastor, envía a los discípulos  para que trabajen en la misión porque, decía,  la mies es mucha y los obreros pocos. En este domingo y siguiendo en el capítulo   diez de San Mateo vemos como les advierte y les da consejos a la hora de enfrentar la realidad de anunciar el Reino de Dios a los hombres. Se trata de no tener miedo, les dice, de andar en la verdad, de saber que el anuncio va a provocar reacciones adversas allí donde las relaciones son mas estrechas, de estar dispuestos a la renuncia  y a sufrir la persecución y en una palabra, a confiar en el Padre  por encima de todo, pase lo que pase y venga lo que venga. Esto forma y conforma el anuncio del Reino y esto, con mucha frecuencia, lo olvidamos y cuando nos encontramos con ello cara a cara nos sentimos fracasados y aparece el desánimo y no debe ser así, quizá porque confiamos mas en nuestras fuerzas que en la fuerza de la palabra que anunciamos, en definitiva, necesitamos confiar mas en aquel que nos envía.

Lo nuestro es anunciar y hemos de tener presente que los tiempos de Dios para con cualquier persona no son los nuestros y que no se trata de convencer simple y llanamente, sino  de ayudar a que  aquellos que nos escuchan  se acerquen a Dios y le encuentren en su vida y esta empiece a cambiar, no por nuestros méritos, sino por los méritos y la gracia que Dios otorga a cada persona respetando su libre albedrío.  Nos tiene que entrar en la cabeza, de una vez por todas, que nosotros solo somos anunciadores de Buena Noticia  con palabra y con obra, no lo olvidemos, lo demás  tiene que ver con la persona que escucha y Dios. Nosotros podremos acompañar,  animar, alentar  enseñar, pero la guinda final de todo esto es  la gracia que Dios da a todo el que con corazón sincero le busca y le acepta y eso , eso, nosotros no lo podemos forzar. Es terreno sagrado  entre Dios y el hombre, cada hombre. Es opción personal e intransferible.

No obstante, no podemos obviar la importancia que tiene nuestra labor misionera y hemos de esforzarnos para que  el anuncio sea  sincero y transparente, la acogida fraterna y abierta, las celebraciones  de los sacramentos con  alegría  y esperanza, la oración confiada y sobre todo, el respeto fraterno que  acepta al que viene tal cual y sin pretender cambiarlo, de eso ya se encargará el Espíritu Santo y lo hará en el momento oportuno, ni antes ni después.

No es fácil la tarea que Jesús  pone en nuestras manos, no.  Pero ya nos dice que si estamos, el estará en todo momento, no nos abandonara ni ante los hombres ni ante el Padre.

¡¡Feliz día del Señor!!

José Rodríguez Díaz  

  


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