" ERA ALREDEDOR DEL MEDIO DÍA "
Entramos en el Tercer Domingo de Cuaresma de la manos del Evangelista San juan que nos lleva hasta el pozo de Sicar en donde Jesús pide agua a una mujer de aquella zona, de Samaría, en pleno medio día, cansado y sediento.
La situación de entrada resulta embarazosa para la mujer, aparentemente, pues se extraña que un hombre, además Judío, le pida agua, aunque ella también está saltándose la norma pues es mujer y no debe ir sola al pozo a por agua.
Lo cierto es que se entabla una reticente conversación de autodefensa por parte de ella cuando se va dando cuenta de que Jesús digamos que le va acorralando y estrechando el circulo ante sus tentativas de escabullirse y no pasar de la superficialidad.
La clave la encontramos cuando ya y de forma muy directa, Jesús le pone ante la evidencia de su vida. Salta el tema religioso a la palestra lo que el Maestro no desaprovecha para manifestársele como el Mesías, ese de quien ella habla y dice esperar y que ahora mismo tiene delante.
Ese encuentro al borde del pozo, desde la sed de ambos: la de ella que acude a por agua y el de el que le pide de beber, resulta y concluye como algo que es capaz de trastocar la existencia y obliga a replantearla. Ambos buscan.
Es evidente que ese encuentro que se inicia como algo sin importancia adquiere una dimensión trascendente para la mujer primero, para los discípulos que alcanzan a darse cuenta de lo que sucede y para el pueblo de Sicar que termina recibiendo la noticia por por boca de la mujer.
Se me antoja que este es un texto que en los tiempo que vivimos, además de resultar esperanzador, nos pone ante la exigencia de preguntarnos como estamos anunciando a Jesús hoy.
El hombre sigue acudiendo a donde sabe que está el agua, acude al brocal, sabe donde está, pero no termina de descubrir ese pozo como lugar y presencia de Dios capaz de ayudarle a arreglar su vida, capaz de darle la fuerza para aceptar su realidad y empezar de nuevo, capaz de encontrar la felicidad y es ahí donde ha de estar nuestro testimonio. Ayudar a descubrir la presencia de Dios en la vida , desde las necesidades de la vida, desde el encuentro con los otros, desde el diálogo y la aceptación de la realidad de un Dios que se identifica con los necesidades, deseos y desconciertos de los hombres, que se ofrece a todo, que está al alcance de todos y no solo para los creyentes.
¡¡Feliz domingo tercero de Cuaresma!!
José Rodríguez Díaz.
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