EL VERTIGO DE LA FE
La semana pasada descubríamos cómo para vencer el mal que quiere apoderarse de nuestra existencia, hemos de estar pertrechos con la oración y la Palabra de Dios. Es como lo venció el mismo Jesús. Así, también nosotros.
En esta semana se nos invita, una vez que tenemos las armas para vencer el mal , se nos invita digo, a echarnos al camino, se nos invita a caminar, a desinstalarnos y eso desde la misma Palabra de Dios que ya sabemos es herramienta eficaz para vencer el mal y la tentación.
La primera lectura nos habla del Padre en la fe, de Abrahán, que habiendo escuchado la Palabra de Dios deja todo y se pone en camino como se le ha indicado, sin saber a donde ir, pero si sabiendo a quien obedece y eso es muy importante. También lo es para nosotros y lo es para nosotros porque tamién andamos en este tema del seguimiento de Cristo , ya lo dice Jesús cuando habla del Espíritu que nos lleva a donde quiere y aunque sabiendo a donde, no sabiendo cómo.
En lo que respecta al texto del evangelio nos encontramos algo muy similar : Pedro que habiendo atisbado la gloria de Dios pretende quedarse en ella y no moverse ni un ápice sin importarle siquiera la situación en la que queda, lo importante es no moverse de allí y de nuevo la palabra, en esta ocasión el mismo Jesús, que le dice que hay que ponerse en camino. La presencia de Dios no está en la inmovilidad y en el no querer implicarse en la vida y relación con los hombres, no, porque es ahí precisamente donde hay que llevarla a cabo o encontrarla. Los problemas no se arreglan huyendo de ellos, sino afrontándolos y en este caso la presencia de Dios, también.En el domingo anterior éramos invitados a la oración y la reflexión de la Palabra de Dios, armas eficaces para vencer la tentación. En este segundo domingo somos invitados a desinstalarnos, a salir de nosotros mismos, a ponernos en camino y esto nos lleva a algo muy importante: Hay que fiarse de Dios. Ahí está la clave, ahí el vértigo, ahí la necesidad de la oración, ahí la tentación, porque la fe no tiene otro asidero que la confianza sin desconfianza que se fortalece en la promesa de una presencia que a veces nos cuesta vislumbrar.
Sabemos que cada paso que demos en esa dirección es un paso que nos acerca a Dios pero y entonces? ¿ Por qué el miedo? No es tanto por el que andemos a ciegas, no, el asunto tampoco se centra en el pensar si hay meta o no. No, el miedo está en ese no saber qué es lo que nos vamos encontrar en el camino, en ese no poder nosotros controlar lo que acontece, en no poder domeñar los tiempos y ese, aunque parezca paradójico, es el lugar de la fe.¡¡Feliz Segundo Domingo de Cuaresma!!
José rodríguez Díaz.
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