LAS AGUAS DE NUESTRA LIBERTAD
Celebramos este domingo la fiesta del Bautismo del Señor que , como todos sabemos, cierra el ciclo de las fiestas de la navidad y nos abre la puerta al tiempo ordinario.
Nos encontramos celebrando este acontecimiento de la vida de Jesús con el inicio de su vida pública y que según todos los evangelistas sucede en el río Jordán y en donde el Bautista lleva a cabo su misión. Este río es la última frontera que el pueblo que viene del desierto, ha de superar antes de entrar en la tierra prometida. Fue ahí donde Josué, junto con todo el pueblo, renueva la alianza de servir al Señor en la tierra que van a poseer. Este acontecimiento no nos debe pasar inadvertido al celebrar el Bautismo de Jesús en las aguas de este mismo rio y en manos del Bautista. Es un gesto profético el que se lleva a cabo y que apunta a un pueblo nuevo y a una tierra nueva en total plenitud. Es la novedad del Dios siempre dispuesto a seguir dándose y renovando todo lo creado.
La escena nos relata la presencia del Espíritu que ha de acompañar a Jesús y el beneplácito del Dios de los padres que en el Hijo Amado encuentra su complacencia. Es una aceptación desde dentro de la humanidad de Jesús del proyecto de Dios. Es una teofanía que nos revela la presencia de Dios en el corazón de la historia desde el corazón del hombre, el Hijo amado. Este bautismo nos habla de la vocación del Mesías que confundiéndose con los pecadores va a liberar, desde su entrega, al hombre del pecado. Asume en sí el pecado del hombre para salvar al hombre del pecado y romper las cadenas que le atan, pero se hace necesario que el propio hombre colabore con sus propias opciones en esta obra salvadora. ( eso es convertirse y es lo que Juan pide y Jesús nos da las herramientas para ello).
La salvación está dada, pero es necesario que el hombre se la apropie y la forma de hacerlo no es otra mas que llevar a cabo en su vida y con su vida, la acción de Dios en el mundo. Es lo que hace Jesús y a lo que nos invita.El Bautismo de jesús es la manifestación del plan y proyecto de Dios para con el hombre y el mundo. Nuestro bautismo, el que pidieron nuestros padres y la iglesia nos da, es el reconocimiento y aceptación de Dios como padre, el aceptarnos y reconocernos como hijos de Dios. Estar bautizados supone vivir desde esa filiación divina que apunta a la plenitud, ya en esta vida y que tiende a la intima comunión con el Dios trinitario sin ningún tipo de reducción en lo que a nosotros respecta. Dios no anula a nadie, Dios engrandece y completa.
Esta fiesta de hoy ha de llevarnos a repensar nuestro bautismo, lo que ha de significar. No es un mero acto social, como lo hemos convertido, no es ni siquiera un acto piadoso, no, es una apertura a la trascendencia, a la plenitud. Eso es aceptar la filiación de divina por la que estamos llamados ha estar en una continua dinámica de reconocimiento, de crecimiento, de integración y comunión con el Dios Trinitario: El Padre que acoge, el Espíritu que santifica y mueve y el Hijo que se dona y entrega.¡¡Feliz fiesta del Bautismo!!
José Rodríguez Díaz
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