El evangelio de este domingo nos invita a reflexionar sobre las riquezas y de como, casi siempre, endurecen nuestro corazón, nos alejan de Dios y por ende de los semejantes, que también son de Dios. Envalentonan el corazón de soberbia y prepotencia.
Jesús habla a los fariseos proponiéndoles sinceridad ante Dios, sinceridad que pasa ineludiblemente por la conversión al hermano necesitado. El tema no solo es el del alimento que es de lo que aparentemente nos habla la parábola - mesa repleta de comida mientras el otro pasa hambre y necesidad -sino que también toca el tema de la indiferencia y el no querer acercarse al sufrimiento del otro que a la puerta, cerca, a la puerta de al lado, como diría el papa Francisco, pasa por toda clase de calamidades, la enfermedad, la soledad, el desconsuelo de ver que nadie se le acerca, solo los perros le lamian las heridas, se nos detalla.
También se habla de algo que pondrá a todos en un mismo nivel, como es la muerte. La riqueza no prolonga la vida de forma indefinida y es ahí, cuando llega, que nos encontramos con nuestra caduca realidad que nos enfrenta a nuestra verdad y condición sin vuelta de hoja.
Será en ese momento, nos dice Jesús, el momento de la verdad , cuando podremos esgrimir nuestra valía, que no la da la posesión de bienes, sino nuestra misericordia y cercanía al sufrimiento del otro, nuestra solidaridad y en el fondo, nuestra fidelidad al Dios en quien decimos creer y a quien pretendemos servir. El servicio de Dios pasa por aprender misericordia, por acercarnos a su misericordia y que hemos de explicitar siendo misericordiosos con los semejantes, no hay otra manera de agradar a Dios, no existe otra forma de creer, no se nos ha dado otra imagen de Dios mas que la del hermano y de forma especial, cuando está necesitado. ¿ Es que acaso no van por ahí las bienaventuranzas, todas ellas?
La parábola parece una película de buenos y malos pero tiene mas enjundia de lo que a primera vista nos pueda parecer. A tener presente que Jesús habla a los fariseos a quienes desenmascara y pone enfrente de un espejo. La salvación es posible, pero se hace necesario escuchar la Palabra y no solo escucharla o saberla , sino esforzarse por ponerla en práctica ( Ahí está la verdadera sabiduría, el verdadero servicio, la verdadera riqueza).La salvación no pasa por recomendaciones e influencias, tampoco por ocultar la cabeza bajo el ala, así lo vemos en los profetas, que no callan a costa de su vida. Tampoco lo hace Jesús y denuncia la hipocresía allí donde está, no para ridiculizar o para ganar una batalla ideológica o dialógica de poder, no. Se trata de algo que va mas allá y que en el fondo embarga la vida entera de la humanidad. Se trata de ayudarnos a descubrir nuestros equívocos, nuestros errores porque nos olvidamos o no queremos saber, que no nos salvamos, ni nosotros mismos, ni nos salvan nuestros bienes, ni nos salvamos solos. Este es el gran mensaje de Jesús: los hombres tienen que ver con Dios y Dios con los hombres y la relación es de totalidad, no puede ser que sigamos pensando a Dios por un lado y al hombre por el otro. Jesús es el paradigma de esa totalidad e inseparabilidad : Dios y hombre verdadero. Dios es nuestra humanidad y nuestra humanidad es de Dios.
Al final de la parábola se nos dice eso de: ni de aquí para allá, ni de allá para acá. Es cuestión personal e ineludible. La relación y el trato con los hermanos tiene que ver con Dios y de ello depende nuestra posibilidad de estar en comunión total con el que Es cuando pase este nuestro tiempo si en nuestro presente lo hemos buscado allí donde sabemos que le vamos a encontrar.¡¡Feliz día del Señor !!
José rodríguez Díaz
No hay comentarios:
Publicar un comentario