sábado, 10 de abril de 2021

LA PALABRA DEL DOMINGO. DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA. CICLO B . LA DIVINA MISERICORDIA.

 TERRENO SAGRADO.

   El relato del evangelio que hoy se nos ofrece y que es de San Juan, nos habla de dos manifestaciones de Jesús resucitado a los discípulos. La primera, el primer día de la semana, que concluye con  el envió, después de recibir el Espíritu Santo, a  ser  portadores del perdón de Dios a todos  los que lo soliciten, lo busquen  o lo necesiten.

La segunda manifestación se centra en la  dificultad que tiene Tomás para aceptar el testimonio de los compañeros que le hablan del primer encuentro con el Señor.

A primera vista llegamos a la  conclusión de que  no solo es el anuncio de Jesús  que vive, lo que hará que  sea aceptado, se hace necesario un encuentro personal con el Resucitado para que el hombre le acepte en plenitud.

Esta dificultad que tiene  y manifiesta Tomás no  lleva a que los demás le excluyan del grupo porque no les cree. No, Tomás sigue formando parte de  ese  grupo y es estando precisamente en reunión con ellos, cuando el Señor haciéndose presente  le concede el favor de acercarse a El de forma especial y se le ofrece en plenitud y le invita, a  lo  que Tomás cae rendido.

Juan termina el texto  diciéndonos que  hay otros muchos relatos y que todos  han sido escritos para que  " creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y  para que, creyendo  tengáis vida en su nombre".  Esta es la finalidad  que mueve a Juan: aceptar a Jesús para tener vida en su nombre, es decir, para vivir desde, con  y por El, para que nuestra vida,  aun siendo aparentemente la misma, esté llena de paz, esperanza, alegría...  y  tengamos el coraje y  el ánimo de vivir ante las dificultades con una fuerza y un talente  nuevos que nos transporte hacia  la solidaridad y la comprensión de los  que tienen dificultades. Para atraer a los que  estan o se sienten lejos del Señor, también a los indiferentes que piensas que no le necesitan, para ayudar a comprender a los que creen que Dios no les escucha, para favorecer que  puedan descubrirle cerca, muy cerca.

El testimonio y la acogida son fundamentales  en el proceso de encuentro con el Señor de cada persona. Por tanto, no hay que asustarse  y mucho menos desanimarse cuando  cualquiera se niega a aceptar  al Señor aún estando en el ámbito de la fe. Si sabemos aceptar y acoger tal cual, será el mismo Señor quien concluya la obra de conversión   tocando personalmente  el corazón de esa persona. Por supuesto que siempre está la libertad  de por medio y que el Señor  y nosotros menos, vamos a violentar. 

 La fe es una cuestión entre Dios y el  individuo en el que los demás  podemos  y debemos colaborar con todo entusiasmo y sin desfallecer con nuestro anuncio, estilo de vida y acogida, pero nada mas. Es terreno sagrado.

¡¡Feliz Pascua de Resurrección!!

José Rodríguez Díaz


 


 

  

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