sábado, 3 de octubre de 2020

 LA PALABRA DEL DOMINGO, DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A.

Mt. 21,33-34.

ARRENDARÁ LA VIÑA A OTROS LABRADORES.



Nos encontramos en el texto del evangelio de hoy que Jesús, hablándole a los sumos sacerdotes  y  a los senadores del pueblo, usa   una parábola que ya en su día utilizo el profeta Isaías. La escuchamos en la primera lectura.

 Si la semana pasada era el padre que enviaba a sus hijos a trabajar en el campo los cuales, después de una primera  reacción respondieron de forma diferente, en esta ocasión son los arrendatarios de la viña que quieren apoderarse  de ella  usurpándola  y no dudan, para conseguir su objetivo, en matar al  heredero.  Quieren apoderarse de la viña sea como sea y no paran ante el crimen.  Ellos saben que no les pertenece  y que si la tienen a su cargo  es porque  el amo así lo ha querido y espera que cumplan con su compromiso, lo que en justicia le  pertenece. No obstante, no paran de maquinar. Y  de nuevo Jesús , con mucha habilidad, preguntándoles, les pone como jueces en propia causa. Ellos mismo se condenan.


La sentencia final es  demoledora cuando les dice que si ellos no cumplen  les será quitado todo bien y otorgado a un pueblo que produzca sus frutos.

Lo sabemos y bien que lo sabemos, somos  administradores de lo que se ha puesto en nuestras manos y de un administrador lo que se espera es que lo haga  y bien y cumpla

 Y ahí es donde  debemos  pararnos y reflexionar y mirar en que medida estamos ejerciendo  adecuadamente nuestro ministerio como  enviados al mundo, como iglesia del Señor llamada a  no ser  ni dueña, ni señora, ni  ama de nada, sino  que es llamada y enviada a ser sierva del Señor en  el servicio a los hermanos desde la  encomienda recibida, la misión que se le ha dado. No caben ni privilegios ni prebendas ni derechos adquiridos,  y mucho menos ser dueños.


Esta  es una tentación que con frecuencia ronda y desvirtúa nuestro envío haciendo muy difícil que la misericordia del Padre  sea reconocida y aceptada por los hombres. Hemos de  dejarnos purificar por las palabras del Señor y ahondar en nuestras actitudes desde la oración, la humildad y el reconocimiento de  nuestro afán  de poseer, también lo que a Dios pertenece, que habita en nuestro pobre corazón que con frecuencia olvida  al servicio de quien debe estar.

!! feliz día del Señor¡¡

José Rodríguez Díaz


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