sábado, 27 de abril de 2019

LA PALABRA DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA. CICLO C.
Jun.  20,19-31
 FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA.

¡¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!!

El texto del evangelio de este domingo nos sitúa en el anochecer  de aquel día, no dice,  el primero de la semana. Es decir que estamos en el  mismito día de la Resurrección ya por la noche.

   Jesús se presenta en medio de los discípulos que andan  en zozobra y llenos de miedo a pesar de que ya han tenido alguna  señal en la mañana  con la ida al sepulcro de las mujeres, primero y luego  Pedro y Juan. Pero ellos no acaban de tenerlas todas consigo, de  entender,  aunque si que  hay una puerta abierta a la esperanza. Esta presencia de Jesús resucitado, de la que nos habla el texto  les llena de alegría y paz  y les afianza en la fe.
   Tomas toma protagonismo con su verdad y aunque  los compañeros le hablan y le dicen , el quiere pruebas,  no le es suficiente el hecho de que los otros estén alegres  y le insistan en lo que han experimentado, necesita mas. Jesús le concede esa experiencia que pide y brota una explosión  de fe en el corazón del que  hasta hace poco se resistía a aceptar el testimonio de los hermanos.
   La fe, la adhesión a Jesús,  se produce en el encuentro personal, en el tu a tu. Es siempre el Señor el que da el primer paso. Lo nuestro, nuestro testimonio, no deja de ser un preparar el camino para que ese encuentro se llegue a producir.
Un dato que no debemos  pasar por alto  es que todo esto sucede en el seno del grupo, en la comunidad. Es  en ese  ámbito en donde el Señor se manifiesta en su gloria que no quiere decir que no lo haga en otros, pero si que es el fundamental y privilegiado
 Es ahí, haciendo lo que  el nos ha dicho,  donde El se entrega, se da a conocer y en donde nuestra resistencia se reblandece y cae por los suelos. Hasta que ese encuentro no se produce podemos decir que creemos, pero no deja de ser una aproximación. La fe es algo envolvente y total  que lleva al individuo al abandono pues  se siente amado sin reservas y liberado de sus prejuicios y resistencias.
   Es ahí  en donde enganchamos la fiesta de la Divina misericordia  creada por Juan Pablo Segundo y que ha de llevarnos a una continua acción de gracias  por todo lo que se nos ha dado, se nos da y seguirá dando, porque el Resucitado se entrega y seguirá entregando, por su infinita misericordia, para nuestro bien.
¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!! 


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