DOMINGO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Luc. 9,28b-36.
HAY QUE PONERSE EN CAMINO
En los momentos importantes de la vida de Jesús y en donde debe tomar una decisión, como son el Bautismo a la orilla del Jordán y el de hoy , la Transfiguración en el monte Tabor , nos encontramos con la presencia del Padre que le ratifica como el Hijo amado, el escogido aquel a quien debemos escuchar... Y le fortalece.
Esto nos da muestra de la intima comunión de Jesús con el Padre y de como ambos quieren estar en la cercanía de la vida del hombre, sucede entre los hombres, en la historia de los hombres, a favor de los hombres y a quienes se les anuncia el Reino de Dios invitándoles a un vida nueva.
La presencia de Moisés y Elías nos hablan de la actualidad de la alianza y la profecía, gestos provocados por Dios en su querer estar cerca del hombre... Ahora es el Hijo amado el de la cercanía.
El deseo de Pedro de permanecer en el lugar no es viable porque eso significaría que la salvación no se llevaría a cabo. Quedarse en el lugar imposibilitaría el proceso de entrega y donación de Dios a los hombres, imposibilitaría la Nueva Alianza.
Hay que seguir haciendo el camino, hay que concluir la obra de entrega en el amor que ha de tener lugar en el meollo de la ciudad santa, en Jerusalén, en donde habitan los que no quieren que Dios actúe y que desean tronchar este gesto de cercanía, esta arribada de Dios en Jesús hasta ellos, que no dejan de ser invitados a la conversión, a remover el corazón y a vivir en la plenitud de la confianza del aquel que desde el primer momento ( relato de la creación) ha querido estar cerca de su criatura en solidaridad con su vida, con su errores, con su pecado. Dios es el eterno enamorado que no soporta estar lejos del hombre, donde ha depositado su amor.
Tabor es , digamos, como un descanso, un tomar aire, un refuerzo en el camino hacia la entrega, ya no va a poder entregarse mas, porque se viene entregando del todo y en Jerusalén será lo definitivo: muerte - resurrección; alianza nueva- nuevo pueblo. Hay que ponerse en camino. Hay que llegar a Jerusalén.
Hay que seguir haciendo el camino, hay que concluir la obra de entrega en el amor que ha de tener lugar en el meollo de la ciudad santa, en Jerusalén, en donde habitan los que no quieren que Dios actúe y que desean tronchar este gesto de cercanía, esta arribada de Dios en Jesús hasta ellos, que no dejan de ser invitados a la conversión, a remover el corazón y a vivir en la plenitud de la confianza del aquel que desde el primer momento ( relato de la creación) ha querido estar cerca de su criatura en solidaridad con su vida, con su errores, con su pecado. Dios es el eterno enamorado que no soporta estar lejos del hombre, donde ha depositado su amor.
Tabor es , digamos, como un descanso, un tomar aire, un refuerzo en el camino hacia la entrega, ya no va a poder entregarse mas, porque se viene entregando del todo y en Jerusalén será lo definitivo: muerte - resurrección; alianza nueva- nuevo pueblo. Hay que ponerse en camino. Hay que llegar a Jerusalén.
¡¡Feliz día del Señor!!
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