sábado, 9 de marzo de 2019

LA NARRACIÓN DE LA FE EN LA ERA DE LA COMUNICACIÓN DIGITAL

Vivimos en una época de extraordinaria vitalidad respecto a las posibilidades de la comunicación, y esto, como cristianos, y como religiosas y religiosos, nos interpela profundamente.
¿Cómo llevar el mensaje de la “buena noticia” en el mundo híper-medial de hoy? ¿No existe el 
riesgo de ser “silenciados” por la superabundancia de informaciones y narraciones disponibles, o de 
ser equiparados a una de las muchas posibilidades equivalentes, en el supermarket de las opciones a 
disposición de los individuos hiperconectados? Y ¿qué papel puede haber hoy para quien tiene algo 
para decir, pero que por edad y por cultura no es ni puede esperar llegar a ser “smart” respecto a 
nuevos lenguajes?
Pero, aún más profundamente, ¿cuál espacio puede haber para la fe en la era digital y cuáles 
lenguajes, discursos y formas de relación pueden ser activadas hoy para iluminar nuestro presente 
con la «luz de la fe»?
Para esbozar, más que para dar respuestas, al menos algunas direcciones a tomar, se propone 
aquí un camino en cuatro movimientos: 
–  Aprovechar la ocasión de los cambios en el escenario digital para repensar el concepto 
mismo de comunicación y recuperar el sentido más auténtico, que no es transmisión, sino 
encuentro, no es ante todo enunciación, sino silencio y escucha; 
– Valorizar el papel de la narración en la era de la información, también para interrogarnos: 
¿la Iglesia sabe narrarse hoy? 
– Entender cómo leer los signos de los tiempos, que hoy significa no tanto hablar los nuevos 
lenguajes, sino entender sus lógicas; 
– Comprender la posible convergencia entre red y fe, facilitados por el hecho que Benedicto 
XVI nos ha dado la metáfora para comprender el nuevo ambiente, y Francisco nos está 
indicando el estilo para “habitarlo”.
Por lo tanto, es necesario hacer un esfuerzo para tratar de entender, sin prejuicios e 
ingenuidades, el carácter del mundo “mixto”, hecho de material y digital, de átomos y de bit, en el 
cual hoy vivimos. También porque la lógica de la red, que aún conteniendo riesgos y derivas 
posibles, nos ayuda a revisar y superar algunos prejuicios consolidados sobre la comunicación, a 
partir de su definición.

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