sábado, 3 de junio de 2017

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN AL FILO DEL FIN DE CURSO

Ya se acerca el final de un curso que ha sido bastante intenso y en el que hemos trabajado a brazo partido sacerdotes y cristianos comprometidos y no han faltado los asaltos de dudas y temores, tampoco esa pizca de sufrimiento interior que supone todo camino, pero tampoco la alegría de sentir que El camina con nosotros y que no nos niega su consuelo.

Alcanzar cualquier meta no es fácil y por eso, no  debemos  permitirnos prescindir de lo que significan el testimonio  de los hermanos y mucho menos de la oración, la palabra y la presencia de Jesús  en los sacramentos, si es que queremos mostrarnos ante el mundo como sus seguidores  y bienhechores, como lo fue El, de nuestra gente. 
Esto no es cuestión  de  mantener una tradición, por muy hermosa que sea, estática e inamovible, sino que esa  tradición, para que sea válida y eficaz, ha de incidir en la realidad, en la vida de cada día, de forma pacífica, sabiendo  qué es lo que queremos, a quien seguimos, donde estamos y con qué medios contamos. 
 Cada vez mas vamos descubriendo en nuestra parroquia, que nos necesitamos si queremos que nuestro anuncio llegue a las personas con quienes nos relacionamos, si queremos que nuestros encuentros con padres y niños  o personas que acuden o llaman a nuestra puerta, sean efectivos y evangelizadores, si queremos que nuestras celebraciones sean  exponedoras de la fe que vivimos y queremos compartir. 
Una de las cosas que me preocupa es que nadie de los que se acercan a nosotros, pidiendo un servicio, ayuda o por cualquier otro motivo, se vaya como ha venido si haber encontrado, por lo menos, acogida, desde la sencillez y la cercanía. Esta es una labor de los sacerdotes, por supuesto, pero también de todos los agentes de pastoral que no son pocos y que se mueven en el ámbito de cada una de las parroquias.
Sabemos que  en todos  y cada uno de los que estamos en este tema hay resistencias en nuestro interior; también las encontramos fuera, en los que  vienen con asiduidad a nuestras celebraciones y en los que lo hacen de forma no tan asidua y que acuden buscando un servicio. 
 Eses  es el terreno donde se libra la batalla. Por parte de los que estamos, los miedos, el no saber, el "siempre se ha hecho así "y el asalto frecuente de la sensación de fracaso y tiempo perdido y por parte de los que vienen, desconfianza, falta de una fe definida, la  utilidad...
En nuestra parroquia el camino que nos marcamos al inicio del curso fue ir descubriendo la riqueza y el valor de estar juntos, de  conformar con Jesús y su palabra  la comunidad parroquial.  Hemos dado pasos y pasos interesantes, que pueden pasar desapercibidos, pero ahí están. Hemos rezado juntos, hemos celebrado juntos, nos hemos reunido en espacios de oración juntos y hemos celebrado  y  hecho fiesta juntos.  Todo esto facilita el acercamiento, el conocimiento  desde el respeto y  la confianza, el descubrir que no somos  náufragos perdidos, sino que estamos todos en un mismo barco. Nos hemos ido conociendo mas allá de la amistad y estamos aprendiendo a superar " memeces"  porque el objetivo que nos mueve es mucho mas valioso que cualquier incidencia relacional que saca a flote  nuestros "yoes".
Hay que seguir. La promesa que nos hace Jesús de su presencia y permanencia entre y con nosotros sigue siendo válida y actual.


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