DOMINGO V DE CUARESMA . CICLO C.
Jun. 8, 1-11.
Dios, que nunca duerme, busca quien no duerma.
Pensar que podemos ser jueces ante los fallos de los demás es una tentación que siempre está presente a lo largo de toda nuestra vida y en cualquier circunstancia. El asunto es grave y se hace necesario tener bien claro que no somos quienes para condenar, excluir o rechazar de la sociedad a nadie por muy malo que sea lo que haya podido hacer o decir.
El asunto toma un cariz mas hondo, por decirlo de alguna forma, cuando ese enjuiciamiento lo hacemos en nombre de Dios. Nos atrevemos a arrogarnos la autoridad de Dios, a usurpar su sitio, los sentimientos de su corazón y condenamos a nuestros semejantes en su nombre. ¿ Habrá algo mas lejos del corazón de Dios que la condena de su criatura?
Es lo que sucede en el texto que se nos ofrece a la reflexión este fin de semana: Los que se creen mejores condenando sin piedad y Dios, como siempre, perdonando con misericordia.
Es esta una lección que necesitamos aprender. No somos quienes para negar a nadie la posibilidad de empezar de nuevo y menos en nombre de Dios. ¡¡Qué locura!!
Descubrimos, además, que la apuesta de Dios por el que se aparta de El, por lo que sea, es total, radical. Dios nunca agota la esperanza y está siempre invitando a empezar de nuevo. Hemos de aprender.
Damos ahora un vistazo a las obras de misericordia que hemos ido reflexionando a lo largo de esta cuaresma y que como sabemos, siete son espirituales y siete corporales:
Las espirituales:
Enseñar al que no sabe.
Dar buen consejo al que lo necesita.
Corregir al que yerra.
Perdonar las injurias.
Consolar al que está triste.
Sufrir con paciencia las flaquezas del prójimo.
Rogar a Dios por vivos y muertos.
Las corporales:
Visitar y cuidar a los enfermos.
Dar de comer al hambriento.
Dar de beber al sediento.
Dar posada al peregrino.
Vestir al desnudo.
Redimir al cautivo.
Enterrar a los muertos.
Desde la reflexión del texto del Evangelio y con esta lista ante nuestros ojos, descubrimos que hay mucho por hacer. Dando un pasito mas nos convencemos que esto de la misericordia es un talante, algo que hemos de conquistar, hacer nuestro. ¿ Como ? adentrándonos en el amor misericordioso del Padre que Jesús nos revela, estando muy atentos a la vida y en actitud de escucha y oración.
¡¡Buen día del Señor!!
Jun. 8, 1-11.
Dios, que nunca duerme, busca quien no duerma.
Pensar que podemos ser jueces ante los fallos de los demás es una tentación que siempre está presente a lo largo de toda nuestra vida y en cualquier circunstancia. El asunto es grave y se hace necesario tener bien claro que no somos quienes para condenar, excluir o rechazar de la sociedad a nadie por muy malo que sea lo que haya podido hacer o decir.
El asunto toma un cariz mas hondo, por decirlo de alguna forma, cuando ese enjuiciamiento lo hacemos en nombre de Dios. Nos atrevemos a arrogarnos la autoridad de Dios, a usurpar su sitio, los sentimientos de su corazón y condenamos a nuestros semejantes en su nombre. ¿ Habrá algo mas lejos del corazón de Dios que la condena de su criatura?
Es lo que sucede en el texto que se nos ofrece a la reflexión este fin de semana: Los que se creen mejores condenando sin piedad y Dios, como siempre, perdonando con misericordia.
Es esta una lección que necesitamos aprender. No somos quienes para negar a nadie la posibilidad de empezar de nuevo y menos en nombre de Dios. ¡¡Qué locura!!
Descubrimos, además, que la apuesta de Dios por el que se aparta de El, por lo que sea, es total, radical. Dios nunca agota la esperanza y está siempre invitando a empezar de nuevo. Hemos de aprender.
Damos ahora un vistazo a las obras de misericordia que hemos ido reflexionando a lo largo de esta cuaresma y que como sabemos, siete son espirituales y siete corporales:
Las espirituales:
Enseñar al que no sabe.
Dar buen consejo al que lo necesita.
Corregir al que yerra.
Perdonar las injurias.
Consolar al que está triste.
Sufrir con paciencia las flaquezas del prójimo.
Rogar a Dios por vivos y muertos.
Las corporales:
Visitar y cuidar a los enfermos.
Dar de comer al hambriento.
Dar de beber al sediento.
Dar posada al peregrino.
Vestir al desnudo.
Redimir al cautivo.
Enterrar a los muertos.
Desde la reflexión del texto del Evangelio y con esta lista ante nuestros ojos, descubrimos que hay mucho por hacer. Dando un pasito mas nos convencemos que esto de la misericordia es un talante, algo que hemos de conquistar, hacer nuestro. ¿ Como ? adentrándonos en el amor misericordioso del Padre que Jesús nos revela, estando muy atentos a la vida y en actitud de escucha y oración.
¡¡Buen día del Señor!!
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