Daniel Almagro y Loli, matrimonio con 4 hijos que ha puesto en marcha Misión Emmanuel, una casa de acogida para 6 inmigrantes subsaharianos

4 de septiembre de 2015.-(Cristina Sánchez Aguilar / Alfa y Omega / Camino Católico)Daniel Almagro es un laico misionero comboniano. Daniel y su mujer, Loli, tienen cuatro hijos. «Hasta hace poco cinco, porque tuvimos durante dos años un niño de Guinea Conakry con tuberculosis ósea, que ha vuelto a su país ya curado» cuenta Daniel. El matrimonio quiso responder a la llamada de varias asociaciones que buscaban soluciones para las decenas de jóvenes inmigrantes que deambulaban por Madrid. «La Providencia hizo que mi mujer y yo, decididos a ayudar a estos jóvenes –muchos de tan solo 20 años–, consiguiéramos que el Canal de Isabel II nos cediera una casa en Tres Cantos durante cinco años», explica Daniel. Es una casa pequeña, para seis personas como máximo, «pero económicamente no podíamos aspirar a más, así que en octubre la pusimos en marcha y bautizamos el proyecto con el nombre de Misión Emmanuel».

Los nuevos miembros

Los otros cuatro que llegaron después son los más jóvenes. Son los chicos llenos de energía y esperanza que saltaron en diciembre la valla. «Tienen 20 años, no más, y no saben nada de español. Lo principal para mí, además de que se sientan queridos, es que aprendan el idioma y puedan regularizar su situación. Así que les damos clases de español y tenemos voluntarios que les ayudan con el tema jurídico». Hace unos quince días, por ejemplo, lograron empadronar a Marciel, uno de ellos. «Paso a paso vamos consiguiendo pequeños grandes retos», dice Daniel. Otras veces llegan problemas, como la retención de Hervé por la policía a finales de julio, pero «gracias a Dios, le tenemos de nuevo en casa. No paramos de mover ficha en comisaría y en los juzgados».
Los seis jóvenes que viven en la Misión Emmanuel «no están parados. Están trabajando duro cada día. Me gusta la filosofía del esfuerzo, y les exijo mucho», explica el cabeza de familia. Durante el día, cuando Daniel trabaja en el hospital como enfermero, hay al menos dos voluntarios que supervisan el trabajo de los chicos. «Están pendientes de que hagan las tareas que tienen asignadas, como la limpieza o la cocina. Además, en el patio de la casa, tenemos un huerto y todos están aprendiendo a trabajar la tierra con un ingeniero agrónomo que viene a darles formación». De hecho, ya han recogido las primeras zanahorias, patatas y pimientos.

Noches de oración
Además del trabajo duro en el huerto, y la formación con las clases de español, el pilar de sustento de la Misión es la oración que se hace a diario. «Aunque la mayoría de los chicos son musulmanes, nosotros somos cristianos, y hacemos con ellos una oración interreligiosa. El otro día, Musa, que es musulmán, se puso a hablar sobre el Evangelio».

La casa está abierta desde octubre, y de momento no se ha marchado ninguno. «Tenemos pendientes de salida a dos, en cuanto encontremos trabajo para ellos», explica Daniel.
La misión no cuenta con muchas ayudas. De momento, el grueso del dinero llega de los sueldos de Daniel y Loli, y de pequeños eventos recaudatorios, como sorteos y actividades. Pero son muchas bocas que alimentar. Por eso, el matrimonio está buscando, en el poco tiempo que les queda, a alguien que quiera colaborar con el proyecto. Y voluntarios que estén dispuestos a ofrecer su tiempo.
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