sábado, 12 de septiembre de 2015

LA PALABRA DEL DOMINGO

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. Ciclo B.
 Mrc. 8,27-35


UNA RESPUESTA LLAMADA A PROLONGARSE EN EL TIEMPO.


El texto  del evangelio de este domingo nos presenta a Jesús preguntando que  dice la gente de el  para, a continuación, hacer la misma pregunta a los discípulos. Pedro le confiesa  como el Mesías.
 Hasta ahí todo va bien, pero la cosa se complica cuando Jesús les dice cual es la misión del Mesías y por donde ha de pasar, de esta forma  desnuda cualquier idea errónea que pueda existir en lo que a su persona y su misión puedan existir en sus mentes.
   Su misión Mesiánica se va a caracterizar por la entrega en  humildad y obediencia al Padre,  empeño que no va a abandonar poniendo en  solfa la idea de un mesías guerrero, luchador y peleón, que solo aspira a mandar, a que le sirvan. Nos dice el texto que esto se lo explicaba con toda claridad. Pedro se resiste, no le entra en la cabeza. Ellos esperan otra cosa: eso que dice Jesús no puede ser.
 Ante esto  Jesús les dice que ese no es el plan de Dios sino de los hombres. Eso que ellos piensan no es lo que el Padre quiere.
Esto provoca una crisis en los discípulos y es significativo el ver cómo Jesús, sale al paso y  habla tanto a los discípulos como a la gente. Seguirle no va a significar gloria, poder, o prestigio, todo lo contrario, se hace necesario  cargar con lo de cada día aunque sea costoso, porque esa es la única forma de  salvar la vida del egoísmo y la muerte no solo la de sus seguidores, sino la de todo el mundo: "El que pierda su vida por el Evangelio, la salvará".
  La generosidad como bandera, es lo que ha de caracterizar a sus seguidores, seguirle no puede significar que hemos de medrar  ante el parecer  o la opinión de los demás, si ante el amor de Dios. La gente podrá estar en cualquiera de las tesituras, pero la misión del Mesías y de sus seguidores, aunque lleve a engaño en primera instancia, no puede ser otra mas que dar la vida abiertamente sin esperar recompensa mas que la que el Padre da a los suyos, a los que como el Hijo viven: La vida eterna.
Ahí está el dilema y la pregunta que se nos plantea, a veces de forma inconsciente, de si todo esto merece la pena. Si merece la pena renunciar a la gloria de este mundo y a todo lo que  significa y trae consigo, por una vida que vendrá . ¡¡Amigo!! Esto es harina de otro costal porque  pone en juego  toda nuestra existencia, lo que pensamos o no, lo que queremos o no, lo que decidimos o no, lo que somos o no, con quien estamos o no.
Corremos el peligro de pensar que por el hecho de haber sido llamados y haber respondido en un primer momento ya esta todo hecho y  no es así, sabemos que no es así.
  Y sabemos, además, que  hay  que seguir en la brecha confesando a Jesús como el Mesías, y sabiendo que ese es también nuestro destino, cosa que en muchas ocasiones nos pone en crisis y que con frecuencia intentamos esquivar sin darnos cuenta de que seguir a Jesús trae todo eso consigo y mucho mas: el gozo de sabernos en sus manos,  la certeza que no nos falleará, de que nuestra  vida esta en la suya y que su victoria es ya nuestra victoria.  
Hoy el Maestro sigue preguntando : " Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo ? "





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