“Todo lo que
tiene el Padre, es mío también; por eso os he dicho que todo lo que
el Espíritu os dé a conocer, lo recibirá de mí” (Jn 16, 15)
En estas fechas, en que
tantos niños y niñas reciben la primera Comunión, los catequistas
tenemos sentimientos encontrados. Por un lado, la inmensa alegría de
que nuevos hermanos participen de la mesa del Pan de la Vida; por
otro lado, la tristeza de saber que muchos de estos niños y niñas
darán por finalizado un proceso “temporal” y tardarán en
volver, si es que lo hacen, a participar de la Eucaristía.
Durante varios años de
catequesis hemos ido conociendo a Dios Padre, y, contemplando todo lo
creado por Él, hemos ido descubriendo cuánto nos quiere y hemos
aprendido a darle gracias por todo ello.
Durante varios años de
catequesis hemos ido conociendo a Jesús, Dios hecho Hombre.
Conocimos su forma de pensar, su forma de actuar y, sobre todo, su
forma de amar.
Durante varios años de
catequesis nos hemos ido conociendo, los catequistas y los niños.
Hemos ido descubriéndonos, con nuestras virtudes y defectos. Nos
hemos ido descarnando y hemos permitido que el grupo conozca lo más
íntimo de cada uno de nosotros. Hemos llegado a ese lugar íntimo de
cada uno desde dónde descubrimos nuestra existencia, donde podemos
descubrir quiénes somos y qué estamos llamados a ser, y desde ese
lugar buscar el encuentro con el Señor, dejarnos hablar y guiar por
Él.
Durante varios años de
catequesis, los catequistas hemos sido sembradores de La Palabra, no
sólo con nuestra voz, sino con nuestros gestos de acogida, con
nuestras miradas de complicidad y de cariño, con nuestro ejemplo…
Después de varios años
de catequesis, Señor, ante la realidad que nos rodea, surge desde lo
más hondo de nuestros corazones un grito desgarrado ¿Qué más
podemos hacer para que estos niños y niñas te amen como te amamos
nosotros? ¿Qué más podemos hacer para que se encuentren contigo,
Señor, y su vida cambie para siempre?
Quizás nuestra
desesperación sea por falta de Fe. Buscamos siempre la inmediatez y
nos olvidamos que nuestra medida del tiempo no es la que usas Tú.
Nos olvidamos que eres Tú el que nos llamas. Nos olvidamos que estos
niños y niñas han recibido el Espíritu Santo y por ese motivo Tú
estás siempre con ellos.
Por todo esto Señor, te
pido que aumentes mi Fe, que me animes a seguir sembrando tu Palabra
a los niños y niñas que me encomiendas y a confiar en tu Espíritu
y en que Él hará germinar lo sembrado en la hora oportuna.
Un catequista.
Un catequista.
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