ALGUIEN SUFRE HOY
Este domingo abrimos la puerta de la Semana Santa con la fiesta de la entrada de Jesús en Jerusalén. Semana en la que somos invitados a contemplar a Jesús en un proceso muy singular como es el de su muerte y también, el de su resurrección.
Han de transcurrir siete días hasta llegar al domingo de la Pascua y en siete días pasan muchas cosas, como vamos a poder observar. No quiero yo ceñirme ahora a lo que ya sabemos, quiero mas bien, preguntarme si de verdad estamos en lo que celebramos cada día y nos dejamos interpelar por el proceso entero que nos habla de la entrega de Jesús.
Hoy la Iglesia y cuando digo Iglesia, me refiero a todos los creyentes, vive todo esto desde una tentación: mirar al pasado, autocomplacerse y no dejarse interrogar por lo que nos dice cara al presente actual. A esto pueden contribuir perfectamente procesiones, la misma liturgia, y toda la farándula de la que solemos rodear estos acontecimientos, con excusas de arte, de belleza, de flores, velas e incienso. Cuando es así, no deja de ser un insulto al Señor, una auténtica blasfemia. Hay que sacar a la Semana Santa de procesiones, bandas de música, pregones, mantos, capirotes, etc. y reconducirla por el camino de la oración y la contemplación del dolor en el mundo, del sufrimiento provocado o sobrevenido, de la realidad , ni mas allá ni mas acá, de la injusticia, de la soledad, del engaño, de la utilización ideológica de las personas desde los lugares de toma decisiones, del hambre y la desnudez... Y tener actitudes valientes de denuncia, de solidaridad, de desinstalación, de caminar al paso del hombre, sea rico o pobre. Sólo desde ahí podremos saber lo que la muerte y la resurrección de Cristo nos aporta y a lo que nos impele. No podemos seguir utilizando la entrega de Cristo para continuar mirándonos el ombligo y autocomplacernos. Ese acontecimiento nos tiene que interrogar, nos tiene que poner preguntas sobre la mesa y si somos seguidores del Nazareno, defenderle y apoyarle en su dolor actual - "lo que hagan a uno de estos..." y no ser como aquellos que un día le aclamaron como el hijos de David, pero a los tres días cambiaron de opinión pidiendo insistentemente su muerte.
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