sábado, 26 de abril de 2014

LA PALAB RA DEL DOMINGO

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA:
 LA DIVINA MISERICORDIA.


En este segundo domingo de pascua celebramos la fiesta de la Divina Misericrodia instituida por Juan Pablo II, domingo en el que el Evangelio apunta tambien hacia ello.
 Jesús se sigue manifestando a los suyos. En el texto que senos ofrece a la reflexión lo hace dos veces. En la primera, después de dar la paz, liberar del miedo, devolver la alegría perdida y comer con ellos, da el Espíritu Santo a los discípulos con la misión de ir por el mundo siendo mensajeros del perdon de Dios: nos deja el sacramento de la penitencia, sacramento de pascua. Sacramento del Resucitado que posibilita que los hombres puedan recuperar la vida de Dios si llega el momento de perderla. Es un sacramento dado a la Iglesia para  que desde el Espíritu Santo lo administre. El perdón de los pecados  se alcanza  a traves de el y no hay otra posibilidad de alcanzarlo. Una cosa es que nosotros  nos reconozcamos pecadores  ante Dios y otra es que  llegemos al perdon de ellos. Ese perdón sólo se alcanza por este sacramento de la penitencia o confesión, como queramos llamarlo, que, como ya hemos dicho, el Señor pone en manos de  la Iglesia, a la que envía por el mundo para ser testigo del amor y de la misericordia de Dios.
El texto continúa con el testimonio de los hermanos hacia el interior de la misma iglesia. Se le dice a Tomas: " hemos visto al Señor", cosa que   no acepta y pide pruebas.  Es a la semana siguiente cuando el Señor  vuelve a estar con los suyos y, acercándose y mostrándose  a Tomas, este cae rendido a sus pies ante la evidencia.
 De nuevo nos encontramos con la iniciativa del Maestro que se acerca y posibilita la fe en los que se resisten a creer.
El Resucitado  aparece en medio de los suyos, reconciliando, reforzando , apaciguando y enviando.  Esto no lo hemos de perder de vista  ante las ficicultades, las ocuridades, las indecisiones  o miedos que puedan aparecen, no solo en nuestra vida particular, sino tambien en el mismo corazon de la Iglesia. Iglesia que es del Señor, no es nuestra, nosotros la conformamos.  El hará, desde su divina misericordia, que  nuestra fidelidad de frutos a su debido tiempo. Nos ponemos en camino  en su nombre. Hemos de tener bien seguro que no caminamos solos.  


 

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