Benjamín, a los 16 años, se hizo adepto al satanismo hasta que Cristo lo rescató: «Cada día descubro una nueva faceta del amor de Dios y de los demás»
«Me sentí empujado a confesarme. Era la primera vez en mi vida que recibía este sacramento. Pude poner toda mi vida en las manos de Dios y recibir su perdón. ¡Una verdadera liberación!»
«Volví a misa y me puse a rezar... El sacerdote me dijo que podía desafiar a Dios con estas palabras: “Señor, estoy completamente perdido, no sé qué hacer con mi vida. Si quieres, ¡dame una respuesta!”»
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