sábado, 11 de julio de 2020

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO.
CICLO A.
Mt. 13,1-23.

EL SEMBRADOR SIGUE SALIENDO A SEMBRAR.


   Se nos dice en el evangelio de este domingo que la gente acudía a Jesús para escuchar su palabra, que el no rehuía el encuentro, antes bien , les enseñaba.  En esta ocasión les habla del Reino de dios con la parábola de la semilla y la tierra. El fruto según podemos deducir no depende solo se la semilla, sino de la tierra que le acoge... Descubrimos que  no siempre es buena la tierra, no siempre está en condiciones de  posibilitar que la semilla que  ha caído ella pueda  dar fruto.
 La parábola es muy sencilla y  puede ser entendida por todo el que escucha pero hay que rumiarla porque va directa al corazón. Es una invitación a preguntarse como estamos acogiendo a Dios en nuestra vida y que importancia le damos a  eso que nos dice. Ahí creo que esta la clave de todo.



 El pueblo de Israel sabe de esto, sabe, por la experiencia de los profetas como hombres encargados de recordarles la alianza desde la palabra en nombre de Dios. Saben que en ello les va la propia existencia, aquello que les configura y  define. De siempre el Señor les ha hablado  por medio  de hombres escogidos de entre medio del pueblo, lo saben.
 Jesús intenta hacerles entender que no solo se trata  de tener, de conocer la palabra, sino que ha de dar fruto y  es ahí donde entra la actitud del corazón, lo de la tierra mas o menos buena...  se hace imprescindible, por tanto,  tener un corazón bien preparado, dispuesto.
Esta invitación sigue siendo válida para nosotros   que nos toca vivir situaciones de nuevas, pero que en el fondo de todo  tienen, tanto ayer como hoy, un denominador común: la disponibilidad, la fidelidad, el hombre como el que esta llamado a dar respuestas válidas ante situaciones bien de alegría como de dolor.
  Estar atentos a lo que el Señor nos  susurra  al oído o como cuando  nos grita  desde las calles y plazas.. No podemos permitirnos el lujo, los cristianos, seguidores de Cristo, de mirar para otro lado, o hacer como si no  oyéramos. No podemos permitirnos el lujo  de ser tierra que no acoge y que por tanto no da fruto. Hay que  hacer ese esfuerzo de ser tierra buena. Hemos de limpiar nuestro corazón de todo lo que impida que la palabra de Dios  enraíce en nuestro corazón  de forma que  el fruto, no solo para los demás, sino también para nosotros,  sea abundante y de calidad.
El sembrador...
sigue saliendo a sembrar todo los días... 

¡¡Feliz día del Señor!!

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