sábado, 21 de septiembre de 2019

LA PALABRA DEL DOMINGO

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO C.
Luc.  16,1-13.

 ¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO CORAZÓN?

En el texto del evangelio de hoy nos encontramos a Jesús que habla a los discípulos de un señor que tiene un administrador infiel y cómo este se las vale para salir del atolladero en el que se encuentra metido. No duda el hombre de la parábola en seguir  estafando en su provecho al amo viendo lo que se le viene encima, se va a quedar en la calle sin trabajo, sin dinero y sin amigos, se ha hecho rico a costa del amo y de los demás y ahora busca una salida y no duda., sigue siendo infiel a su amo y trata de mostrar una cara amable con  aquellos a costa de quien se enriqueció.



 Jesús alaba  la sagacidad de este hombre   para encontrar una salida mas o menos airosa  para su vida y advierte a los suyos  para que no se vean en tal tesitura.
 Se trata de ser fieles al amo y a lo que se nos da para administrar, sin aprovecharnos de nuestra situación porque mas tarde o temprano hemos de dar cuenta de como hemos actuado.
 El administrador se servía del amo y del dinero, Jesús dice que no se puede servir a dos amos porque  nos dedicamos a uno y aborrecemos al otro. Concluyendo  con una frase que ya todos conocemos. " No podemos  servir a Dios y el dinero".

Como contrapunto esta la fidelidad en todo. Ser fieles, eso es lo que en el fondo nos esta pidiendo con esta parábola. Ser fieles a lo que se  pone en nuestras manos  para administrar sabiendo que no es nuestro, que somos servidores del Señor que nos ha puesto al frente de sus bienes.
La tentación está ahí, Jesús lo sabia y por eso advierte, nos advierte para que estemos al tanto y no nos dejemos seducir por el brillo del dinero o de cualquier otra cuestión que aparezca.


    Ser fieles en todo, en lo pequeño y en lo grande, porque es que la infidelidad no se mide por la cantidad, sino por el deseo  del corazón que se deja arrastrar y lo que empieza como algo sin importancia, si no es atajado a su tiempo, termina por convertirse en atadura que  trastoca y cambia los sentimientos de nuestro corazón, de toda nuestra vida.
¡¡Feliz día del Señor!!  




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