sábado, 4 de mayo de 2019

LA PALABRA DEL DOMINGO. 
DOMINGO TERCERO DE PASCUA. CICLO C.
Jun. 21,11-19

VOLVER A GALILEA
   El evangelio de hoy nos relata la tercera aparición de Jesús resucitado a los discípulos y los hace en Galilea, a la orilla del lago, donde todo había empezado.
 Es un volver a empezar... un volver a lo cotidiano en donde ya nada es igual, aunque el lago sigue siendo el mismo, también la faena.

   El amanecer marca el tiempo con su  nueva  luz y  este  estar Jesús  junto al lago  esperando a los suyos e indicándoles que  es lo que deben hacer para que el trabajo de su fruto.
 Es desde ese diálogo que el Señor establece desde la orilla, como se origina y revela su presencia al decirles que es lo que deben hacer para que el trabajo de su fruto. Y es desde la aceptación de su palabra  como  pueden recoger el fruto  tan esperado y que hasta ahora no habían logrado arrancar al mar.
   Y es también, desde este acontecimiento, por lo que Jesús es reconocido como el Señor. Ya no hay duda ante  el aviso que da a los compañeros  el discípulo a quien Jesús tanto quería, La reacción de  Pedro  que se echa al agua, sin pensarlo dos veces, habla por sí sola, quería estar con el Señor.
Las brasas encendidas, el pescado y el pan que  encuentran al llegar a tierra y el deseo del Maestro de compartir el fruto del esfuerzo que  ellos han realizado nos habla de Eucaristía, de regocijo, de descanso del  trabajo, de amistad. Jesús se entrega haciéndose el encontradizo... ellos aceptan este encuentro como un regalo.

El encuentro con el Resucitado es Eucaristía en donde todo esta sobre la mesa y en donde las miradas hablan, sobran las palabras. Ellos saben  que El es el Señor. De El reciben el pan y los mismo el pescado. De El reciben el ánimo, la fuerza y el estímulo para seguir en la faena. Empieza algo definitivamente nuevo para sus vidas aunque aparentemente y a simple vista, todo siga igual.
   Así también,  hoy la Iglesia, inmersa en la faena del anuncio de la buena noticia que a veces y con mucha frecuencia,  está ribeteado por el fracaso y el desaliento. El alienta y orienta con su presencia y su palabra... El esta, regala, fortalece, provoca el encuentro y quiere compartir con  nosotros en gozo y paz, recompensa el encuentro a los que saben descubrirlo entre los esfuerzos y así lo comunican a los demás. El provoca la Eucaristía. 
¡¡¡feliz día del Señor !!!

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