UNA PROMESA QUE YA ES REALIDAD
Justo a mitad del mes de Agosto nos preparamos para celebrar la fiesta de la Asunción de la Virgen María a los cielos en cuerpo y alma, como declara el dogma que data de 1950.
Es esta una fiesta que todos recibimos con agrado porque viene a aliviar lo que el mes de Agosto significa, sobre todo para los que ya hemos disfrutado de las vacaciones o estamos esperando que lleguen . Pero vamos a entra en el tema y a no andar divagando que no nos lleva a nada.
Este día 15 nos trae la noticia de que la Virgen María es llevada a los cielos, pero ¿ Qué significa todo ello y que sentimientos debe despertar en los creyente?
De entrada decimos que María es beneficiaria de la gracia de Dios en todo momento y que a la hora de su muerte no podía ser menos, todo ello desde el ser la escogida para ser la madre de Dios y por la aceptación de este proyecto en su humilde casa de Nazaret y que luego mantendrá en fidelidad a lo largo de toda su vida. Desde ahí comienza un camino para ella que culminará en la casa del Padre y así, la Iglesia entiende que la mujer que da a Dios su humanidad no podía pasar por la corrupción de la muerte, aunque muriera ( Jesús también murió). El mismo que resucitó a Jesús de entre los muertos lo hace con su Madre por su fidelidad a la Palabra, por su apertura al proyecto de Dios, por su generosidad a la hora de la entrega, lo mismo que Jesús. La madre del redentor había de ser redimida no solo del pecado, sino también de la consecuencia del pecado, como es la muerte y aunque no es la salvadora del genero humano, si aporta su humanidad al proyecto de salvación que Dios tiene para con los hombres y que en Jesús encuentra realización y culmen.
Para nosotros la Asunción, la llevada de María a la casa del Padre es, debe ser, motivo de esperanza y consuelo porque no solo vemos en ella nuestro futuro.Desde la totalmente humana, llena de gracia, glorificada, aprendemos a descubrir y a afrontar las dificultades que en la vida nos pueda acarrear por ser fieles a la Palabra que se nos ha dado y que nos impele a caminar por senderos de perseverancia, aunque no sepamos hasta donde puedan llegar las adversidades que en en este avance nos podamos encontrar.
Sabemos que al final y no solo al final, Dios saldrá en nuestro favor y nos llevará con El. Esa es la gran promesa que en María, por su Hijo amado, ya se ha cumplido y que también en nosotros hallará cumplimiento.
Es cuestión de saber esperar en fidelidad, confianza y amor, con la gracia de Dios
Feliz fiesta de la Madre de Dios
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