DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A
FIESTA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
PEDRO Y PABLO SIGUIERON A JESÚS
Por José María Martín OSA
1.- Mártires, testigos, de Jesucristo.
En esta solemnidad de San Pedro y San Pablo celebramos que la Iglesia
actual tiene su origen en los apóstoles y guarda una identidad de vida y
doctrina con las primeras comunidades cristianas. Pedro y San Pablo
son apóstoles y “arquitectos” de las primera Iglesia. La tradición
sostiene que ambos sufrieron martirio en Roma en algún momento del
siglo I.
Ambos combatieron bien su combate, como expresa Pablo en la II
Carta a Timoteo. Sufrieron múltiples persecuciones, de las que el Señor
les libró. Al final los dos sufrieron el martirio en la persecución de
Nerón tras el incendio de Roma. Fueron testigos fieles de Jesucristo,
confesaron su fe derramando su sangre por el Maestro. La lectura del
Evangelio se centra en la figura de San Pedro, el portavoz de los
apóstoles. Mateo presenta la famosa “confesión de San Pedro” y la
respuesta de Jesús a tal confesión de fe. El suceso se sitúa en Cesarea
de Filipo, región pagana en el antiguo territorio de Palestina, como
una previsión de que la misión de Pedro y los apóstoles no se quedará
limitada a su propio país. Deben estar dispuestos a alcanzar las
regiones paganas y seguir al Maestro donde quiera llevarles.
2.- “¿Quién dice la gente que soy yo?”
Jesús espera una respuesta que defina lo que estamos dispuestos a dar
por El. Jesús comienza con una pregunta impersonal. ¿Qué impresión
tienen los otros de mí? ¿Cómo me ven? A esto responden los discípulos:
“Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, Jeremías o uno de
los profetas”. Lo evidente es que la gente percibe a Jesús como un
hombre santo, en línea con los profetas. En este momento crítico de la
historia de la salvación judía, le ven como portavoz de Dios. “Y
vosotros ¿Quién decís que soy yo?” Jesús no deja a los apóstoles sólo
en un nivel superficial. Quiere una relación más personal: decidme
“¿quién pensáis vosotros que soy yo?” Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo.” Así respondió Pedro a aquel examen, hablando por sí mismo y
por los demás apóstoles. Es una profesión de fe de más alcance que la
expresada por la gente. Jesús no es un mero profeta; es mucho más. Es
el Mesías largamente esperado, el Ungido de Dios, realmente el Hijo
mismo de Dios. Conociéndole y permaneciendo con él, Pedro y los
apóstoles poseen la auténtica presencia de Dios, aquella “luz atractiva”
imposible de despreciar y de renunciar. Esta misma pregunta nos la
hace Jesús a cada uno de nosotros: ¿Y tú, quién dices que soy yo? En
otras palabras te está preguntando ¿para ti, quién soy yo? Debes pensar
antes de responder, no se trata de contestar con palabras bonitas
aprendidas del catecismo, se trata de responder con la vida. ¿En tu
comportamiento en el trabajo, en casa, en la vida pública, tienes
presente lo que Jesús espera de ti?