¿ VAMOS A SEGUIR IGUAL?
Este fin de semana nos disponemos a celebrar la fiesta de Pentecostés, acontecimiento en el que celebramos el cumplimiento de la gran promesa de Jesús de dejarnos un abogado que nos defienda, que nos recuerde su palabra y que nos proteja frente a los ataques del mal.
En toda la Iglesia se levanta un clamor pidiendo al Señor, una vez mas, que la promesa ya cumplida vuelva a reanudarse, a renovarse : "Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra".
Si, renueva la faz de esta tierra dolida y sufriente en la que habitamos pero, sobre todo, renueva también nuestra tierra interior donde el dolor hace mella, donde la culpa hiere de muerte e impide que caminemos sin miedos y con esperanza.
Pentecostés es la fiesta de la libertad, del riesgo, del camino por hacer, de la confianza, del vaciamiento que enriquece.
Este año he vuelto a celebra la vigilia de Pentecostés en una parroquia en donde la celebré hace ya mas de treinta años y en donde sentí por vez primera y con fuerza, la acción del Espíritu y no pude por menos de poner en la balanza lo que sentí en aquel momento y el camino que he ido haciendo, por donde me ha ido llevando el Paráclito. Meditaba, entendía y caí en la cuenta, de como en aquella ocasión me enriqueció pero también me ha llevado por caminos de pobreza, me llenó de alegría que no ha faltado nunca, pero también me ha hecho sentir la pena y el dolor, me ayudó a descubrir la importancia y la hermosura de la comunión con los hermanos formando y recreando la Iglesia sin dejar de experimentar ni aliviar el dolor de sufrir el desgarrón de la lejanía y de la soledad. Son la cosas del Espíritu que brilla en la noche y nos conduce a la plenitud del día, ya se lo dijo Jesús a Nicodemo: es como un parto, es nacer de nuevo
Se mezclan alegría y dolor. La alegría de descubrir que Dios nos ama, que está con nosotros, que camina a nuestro lado, que no estamos solos, que nos quiere en su proyecto y nos cuida, no nos falta nada. Por otro lado, el dolor de tener que dejarte modelar, de dejar de pensar solo desde uno y por uno mismo, para pensar desde Dios y con los demás y por los demás. Es el vaciamiento. No nos falta de nada, pero nada es nuestro. Somos dueños de todo, pero no depende de nosotros el destino de las cosas. Nuestra primera y última palabra ha de ser siempre la misma: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Este fin de semana rezaremos y canteremos con júbilo al Espíritu Santo pidiendo que venga y vendrá. La pregunta es: ¿ Y luego, qué ? ¿ Va a seguir todo igual o vamos a dejar que nos ilumine, nos conduzca y renueve?
¡¡ Feliz día del Espíritu!!
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