LO QUE HEMOS DE APRENDER
Si hacemos un poco de memoria recordaremos que la semana pasada leíamos en el capítulo 15 de San Lucas las parábolas de la misericordia: "El Buen Pastor, la Moneda Encontrada y el Hijo Pródigo." Desde ahí tratamos de reflexionar sobre el perdón y la misericordia de Dios para todo el que le busca con corazón sincero. Nos llamaba la atención el comportamiento del hermano mayor en la parábola del hijo que vuelve a casa y en contrapunto la respuesta del padre.Con las lectura que se nos ofrecen para este domingo descubrimos que los textos nos hablan de la necesidad de aprender misericordia y perdón con respecto a los demás y además que todo ello pasa por la justicia. Así, en la primera lectura (Am. 8, 4-7 ) que es del profeta Amós nos encontramos con la reivindicación de la justica y del amor hacia los demás que el profeta hace frente a aquellos que abusan de su posición privilegiada y humillan y explotan al pobre y necesitado. Eso no es justo les dice, y menos entre los miembros del pueblo de la alianza. Eso no es lo que el Dios de nuestros padres quiere para nosotros como pueblo. Hemos de ser cercanos, misericordiosos y generosos con la necesidades de los demás. Todos conformamos el pueblo de Dios y el rico debe favorecer al indigente, no explotarle en su necesidad y ayudarle descubrir la misericordia de Dios que le socorre en sus calamidad. Hay que aprender misericordia y cercanía y justicia. Y eso nos toca aprenderlo.
En la segunda lectura nos encontramos con San Pablo que le escribe a Timoteo en una primera carta ( 1a Tim 1,1-8 ) y en donde nos hace caer en la cuenta de que la misericordia debe estar sostenida por la oración, es decir aprendida desde la apertura del corazón al Padre a quien nosotros acudimos cada vez que nos ponemos en su presencia y así, la oración no es solo por mi, por los míos, por mis asuntos y mis preocupaciones, sino que se convierte en algo universal y en donde tienen cabida todas las necesidades de la humanidad. El creyente de esta forma invoca la misericordia de Dios para con la humanidad su amor y justicia. La salvación alcanzada por Cristo no deja de ser el impulso de un corazón que se entrega en totalidad y que permanece abierto para dar al hombre el consuelo que necesite en cada momento de su vida o de la historia. Y eso tambien nos toca aprenderlo a nosotros.Y ahora nos acercamos al evangelio ( Luc.16,1-13) en donde se nos pide que andemos al tanto porque hemos de aprender a saber administrar los bienes que el Señor ha puesto en nuestras manos y a hacerlo con honradez y transparencia. Nos lo dice Jesús con la parábola del administrador que se ve pillado por su amo en la mala gestión y como ya se ve en la calle y no quiere perderlo todo, usa la estrategia de hacerse amigos perdonando por su cuenta la deuda de los clientes. Jesús llama la atención sobre esta forma de actuar del hombre que antes de ser destituido hace cambalaches en las facturas rebajando la deuda a los clientes intentando así ganar amigos para el futuro.
Releyendo el texto nos damos cuenta de que Jesús dice: No podemos servir a dos señores. No podemos andar trapicheando en la vida y con la vida, andar trampeando para escapar de nuestros desmanes e intentar aparentar bonanza cuando en realidad seguimos en la misma tesitura; antes era con el amo, ahora es con los clientes; pero al fin y la postre nadie va a querer negocios contigo porque no eres de fiar. Ahí está el tema: hacernos fiadores de la misericordia y del amor de Dios: desde la justicia - primera lectura - ; desde la fe -segunda lectura - y desde la fidelidad - evangelio -.No olvidar que el Señor nos sigue necesitando; es más, quiere seguir necesitándonos para hacerse presente en el mundo, en la vida de los otros, por medio y a través de nuestra misericordia, nuestra justicia y nuestro perdón. Somos, estamos llamados a ser, vehículos de su amor y su plenitud. Seguir a Cristo nos lleva y pasa por todo ello y es así como nos vamos conformando en su cuerpo que se entrega para que la humanidad encuentre la vida, una vida nueva, la salvación. Eso no podemos ni eludirlo ni olvidarlo. Y esto, también nos toca a nosotros aprenderlo.
¡¡Feliz día del Señor !!
José Rodríguez Díaz



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