sábado, 21 de octubre de 2023

LA PALABRA DEL DOMINGO . DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO . CICLO A.

 O BLANCO O NEGRO.

El evangelio de este domingo se nos presenta como colofón de lo que venimos escuchando y reflexionando hace tres domingo. Si hacemos un poco de memoria nos daremos cuenta  de inmediato.  El domingo XXVI  se nos regalo la parábola del padre que envía a trabajar a sus hijos a la viña, en el domingo XXVII  fué la parábola del propietario que preparó y arrendó su viña , el domingo XXVIII la parábola era  la del rey que celebraba la boda de su hijo y en este domingo XXIX nos encontramos  , digamos que con el colofón y el resumen de todo ellos. A tener  muy presente que  Jesús en todo momento está hablando en publico a los sumos sacerdotes, ancianos del pueblo y los escribas. En esta ocasión  no es una parábola propiamente dicha lo que Jesús ofrece a la reflexión sino una  sugerencia orientada ha hacer pensar a los que queriendo ponerle a prueba se acercan a el  proponiéndole un tema con muchas aristas  pues conteste lo que conteste  le van a poder coger en renuncio, pero no, Jesús es mas listo que todos ellos y sale airoso de la prueba y les pone a ellos en evidencia.  Sabemos la respuesta de Jesús  que tiene que ver con todo lo  reflexionado domingo anteriores: al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios. Así de sencillo y de trascendente. No se trata de enfrentar, sino de aunar, no se trata de oponer sino de  acercar y ellos bien saben de lo que les está  hablando, por eso deciden  eliminarle, ya vendrá el tiempo propicio, ellos lo van a provocar y entonces será cuando y por medio de  esta perversión que estan tramando, cuando Dios actúe  y manifieste su gloria   y su poder.

En lo que a nosotros respecta creo que lo que se nos pide  en todo esto que hemos visto y reflexionado  lo podemos resumir en lo que sigue: 1.- Estar atentos a la Palabra y hacer el camino que Dios nos propone. 2.- Trabajar  en la evangelización y en el anuncio del Reino sin pretender apropiarnos  o hacer nuestros los frutos que  de ahí se deriven. La tierra es del Señor y el nos hará participes de los frutos. 3.- Acudir a la convocatoria del Señor, la boda, con taje de fiesta, es decir, siendo sinceros. No valen los engaños, ni las apariencias, ni el disimulo o la mentira. El corazón limpio y  el alma transparente. Hemos  de hacernos dignos   de la invitación que recibimos de tal Señor que nos sienta a la  mesa en la boda de su hijo. y 4.- Todo lo podemos resumir en un  tener claro quien es Dios y quien el Cesar, no podemos comparar. Dios está por encima del Cesar. Hay que dar a cada cual lo suyo según corresponde.

 No podemos estar chaqueteando  según conveniencia.

¡¡Feliz día del Señor!! 

José Rodríguez Díaz



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