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«También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a
Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos. También
nosotros, sanos o enfermos, podemos ofrecer nuestros cansancios y
sufrimientos como el agua que llenó las tinajas en las bodas de Caná y
fue transformada en el mejor vino. Cada vez que se ayuda discretamente a
quien sufre, o cuando se está enfermo, se tiene la ocasión de
cargar sobre los propios hombros la cruz de cada día y de seguir al
Maestro (cf. Lc 9,23); y aún cuando el encuentro con el sufrimiento sea
siempre un misterio, Jesús nos ayuda a encontrarle sentido»
«En esta Jornada Mundial del Enfermo podemos pedir a Jesús misericordioso que nos conceda esta disponibilidad para servir a los necesitados, y concretamente a nuestros hermanos enfermos», escribe el Santo Padre.«También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos. También nosotros, sanos o enfermos, podemos ofrecer nuestros cansancios y sufrimientos»
«En esta Jornada Mundial del Enfermo podemos pedir a Jesús misericordioso que nos conceda esta disponibilidad para servir a los necesitados, y concretamente a nuestros hermanos enfermos», escribe el Santo Padre.«También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos. También nosotros, sanos o enfermos, podemos ofrecer nuestros cansancios y sufrimientos»
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