lunes, 3 de febrero de 2014

VIVIR CON UN HIPOCONDRÍACO.


Por Mary Almenara.
Si vivir al lado de un enfermo real resulta, como mínimo duro y penoso, hacerlo junto a un hipocondríaco, es habitar  en un constante infierno. La persona que padece esta enfermedad que, nos guste o nos desagrade no deja de ser un enfermo, no sólo pasa su vida obsesionada con enfermedades que no tienen un fin justificado, y que existen únicamente en una mente obsesiva que no razona con coherencia ante cualquier mal que le afecte.
Para ellos, un simple dolor de cabeza, se convierte en un tumor cerebral, una gripe con tos continua es una enfermedad pulmonar. Lo peor de todo es que no solamente lo pasa mal el “supuesto enfermo” además lo sufren las personas que le rodean, haciendo que la convivencia a su lado se haga insoportable.

 La hipocondría somete a la persona que la padece a un análisis continúo y persistente. Ante, cualquier pequeño síntoma que pueda notar en su cuerpo por pequeño que este sea,  desencadena en la persona afectada un miedo aterrador que lo lleva a sentir que la vida se le está escapando porque su enfermedad no tiene cura y, por mucho que el médico le jure que no tiene nada, se tranquilizará por unos momentos pero, al poco, vuelve a la carga con su enfermedad infundada.
El pensamiento catastrófico ante cualquier malestar puede llegar a padecerlo varios miembros de la misma familia, sintiéndose todos inclinados  a interpretar, a  su manera, cualquier signo de enfermedad en todos los ámbitos de la vida.
Ante cualquier mal que los afecte su instinto de hipocondríaco, los lleva a asociarlo a la angustia, miedo o ansiedad. Sin embargo no se puede descartar que un hipocondríaco no esté realmente enfermo, pero los síntomas leves los lleva a extremos exagerados. Centran su atención en un simple mareo, dolor de cabeza o un pequeño malestar.
Es por esta razón que llegan a tener síntomas reales convirtiéndose en trastornos psicosomáticos. De este modo terminan padeciendo crisis de ansiedad y angustia que termina por agravar aún más su enfermedad.
Como pueden comprobar, no es fácil vivir con un enfermo de este tipo. Espero, estimado lector, que no sea usted uno de ellos ni tenga que compartir su vida con un hipocondríaco.
Con todo el respeto que merecen estos enfermos, no quiero dejar el artículo de hoy sin su refrán correspondiente. En este caso lo escuché a  una persona que vivía con un hipocondríaco. Dicho refrán reza así.
El que tiene quien le llore, se muere todos los días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario